Soy de las que piensan que el sexismo y la homofobia no desaparecerán con una legislación progresista. Cuando se trata de transformar las mentalidades, legislar no es suficiente. Las actitudes homofóbicas y sexistas siguen presentes en nuestras aulas y en la sociedad en general, y son visibles, detectables y observables.
Un estudio realizado entre 400 jóvenes escolares de Bilbao desvela que existe una gran cantidad de prejuicios e ideas erróneas sobre la sexualidad y las relaciones afectivo-sexuales. Tengo que decir que no he leído el cuestionario, y desconozco si las respuestas están desagregadas por sexo.
Según el informe, el 31,2% piensa que la homosexualidad tiene sus orígenes en un desequilibrio emocional. El 5% afirma que si un amigo le contara que es «homosexual» daría por concluida la relación de amistad. Al 70% le halagaría una declaración heterosexual; por el contrario, sólo al 15% le satisfaría que se le declare alguien de su mismo sexo. Es decir, se sigue asociando heterosexualidad a normalidad y se siguen censurando socialmente las relaciones de gays y lesbianas. Está claro que debemos incidir en la dimensión social y cultural de la orientación del deseo, huyendo de categorizaciones automáticas basadas en criterios como las apariencias, los roles sentimentales y la actividad sexual; de lo contrario, nuestras hijas e hijos seguirán considerando que lesbianas y gays son seres perturbados mentalmente.
El 95% conoce el preservativo, el 77% la píldora y el 95% la píldora del día siguiente. No obstante, la mayoría tiene dudas acerca de cómo usar los anticonceptivos. Además, el estudio revela la persistencia de ciertos tabúes en relación con la masturbación. El 64% no mantiene relaciones sexuales, mientras que el 22% las mantiene. Las chicas son más renuentes a contestar a esa pregunta. Aunque se transmite la información, el desconocimiento sobre estas cuestiones refleja la falta de un diálogo sincero y abierto entre todas las partes implicadas: madres, padres, profesorado y jóvenes.
Además, un 15% considera que no es necesario mostrar el afecto. Expresar las emociones, deseos y sentimientos, sobre todo en el caso de los chicos, supone entrar en conflicto con los valores etiquetados como masculinos (o mejor, viriles). Promover valores igualitarios contribuirá a neutralizar la falsa premisa: «a más afec- tividad menos hombría». ¡Queda tanto por hacer! -