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Gara > Idatzia > Iritzia > Txokotik 2006-11-07
Iñaki Lekuona
Cuerda

Han condenado a Saddam Hussein a la pena capital. Pero hace tiempo, hace muchos años, ya le condenaron a la pena Capital. A él y, por su intercesión, al pueblo iraquí, tanto a los suníes de su propia estirpe, como a los chiís, sin olvidarnos de los kurdos, parias del próximo oriente gaseados por este infame monigote de la CIA. De la CIA y de la Francia.

Da escalofríos contemplar ahora aquella foto de hace treinta y pico años en la que un jovencísimo Saddam Hussein sonríe a cámara en compañía de un también jovencísimo Jacques Chirac, por aquel entonces primer ministro francés. Aquel día de marzo del 75, el actual presidente de la República firmaba un contrato de venta de armamento con su «amigo personal». Misiles, cazas Mirage, blindados, material para la construcción de dos reactores nuclearesŠ En aquel entonces Saddam Hussein era el aliado de Occidente. Eran tiempos de guerra en las antiguas tierras de Hammurabi, y el ojo por ojo, diente por diente llenaba las arcas de las empresas de armamento de Francia y de Estados Unidos, entre otros países. Sin hablar del negocio del petróleo.

Lo han sentenciado por haberse cargado a 148 chiís en el pueblo de Duyail en 1982. Pero lo podían haber juzgado y condenado por muchos miles de muertos más. Matanzas que Saddam Hussein ejecutó con armas francesas y estadounidenses, entre otras.Matanzas que Saddam Hussein cometió sin que Jacques Chirac, conocedor sin duda del trato dispensado por su «amigo personal» a kurdos, chiís y demás disidentes, moviese un solo dedo para impedirlo.

«No necesito decirlo, no tengo ninguna simpatía por Saddam Hussein», declaró el presidente francés en febrero del 2003 al ser interrogado acerca de la invasión de Irak a la que dijo oponerse. Ahora que han condenado a Saddam Hussein a la pena capital, ahora que le han dibujado la penúltima raya al monigote, es momento de señalar responsabilidades. Aunque sólo sean simbólicas.

En este juego del ahorcado que comenzó Bush padre, que prosiguó Bush hijo y que bendijo el espíritu santo de la comunidad internacional, Chirac incluido, sólo queda por trazar un pie. El que fuera monigote de la CIA y de la Francia ya tiene el otro en la horca. Y sus amigos personales mirarán para otro lado. Y sonreirán. Al Capital le queda cuerda para rato. La pena es que no se ahogará en su propia soga. -


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