Cuando la política de nuestro país está tan ligada a grandes expectativas, a noticias o rumores contradictorios y a realidades que parecen inamovibles, como la injerencia de la judicatura o el pressing represivo contra el colectivo de presos y presas políticas vascas, es muy preocupante la tendencia de quedarnos mirando al cielo, confiando nuestra suerte en esos resultados que se anuncian pero no llegan, identificando proceso democrático con proceso negociador, sin implicarnos y sin implicar a la sociedad vasca como sujeto activo.Ya sé que es casi inevitable ese querer atrapar la verdad entre tanta desinformación interesada para poder confirmar de antemano lo ajustado de nuestra apuesta política. Pero eso nos llevaría a olvidarnos de algo fundamental, de que no estamos en un proceso pre- viamente atado. No es ése el mundo real. Por eso, cuando decimos proceso debemos entender que estamos en una fase abierta en su doble sentido, porque ya está en marcha y porque no hay un final feliz escrito. Hasta aquí, hemos llegado impulsando cada paso, sabiendo confiar en lo que es base firme de cualquier estrategia política, la lucha y la implicación directa de la base social de la izquierda aber- tzale y la complicidad de sectores sociales, sindicales y políticos que comparten hoy la necesidad de abrir un nuevo marco que permita la expresión democrática de Euskal Herria como pueblo y en toda su diversidad.
El proceso democrático que estamos abriendo con mucho esfuerzo viene de lejos, desde la socialización de la alternativa democrática, pasando por la apuesta de Lizarra Garazi, la creación de Udalbiltza, la propuesta de Bergara, la formulación del Acuerdo Democrático de Base, la articulación de iniciativas con- juntas y compartidas en defensa de los derechos civiles y políticos, etc.
Ha sido y es un proceso de construcción de vías para hacer valer la voluntad de Euskal Herria, en un intento constante de acumulación de fuerzas en torno a las bases fundamentales para que se puedan superar las causas del conflicto.
El proceso no es una confrontación entre A y B: el sujeto nacional vasco es condición y meta, es objetivo del máximo rango político y es dinámica social, cultural y política que debe hacer posible la articulación del derecho a decidir contando con la complejidad de identidades, administraciones, adscripciones políticas y relación de fuerzas en todos y en cada uno de los territorios y ámbitos sociales.
La apuesta por Udalbiltza, por Nazio Garapen Biltzarra, por la construcción de un foro de debate nacionalŠ, es un impulso de fondo que quiere ser, está siendo, crisol de dinámicas articuladoras de ese sujeto nacional.
En este camino, la iniciativa de ETA con su alto el fuego permanente crea nuevas condiciones de desarrollo de ese proceso de construcción del sujeto político vasco y abre una fase nueva en la configuración real de ese escenario democrático que permita su expresión y articulación como resultado de la expresión de la voluntad de Euskal Herria. Expresión y articulación que deberá sortear dificultades.
El alto el fuego permanente, el proceso de negociación política que desencadena en los ya fa- mosos dos carriles, no es algo predeterminado. Y en este sentido podemos decir que no hay proceso. El proceso se hace en cada paso, en cada fase de crisis, en cada principio de acuerdo.
No se trata de desconfiar en quienes conocen con más detalle el plano de una hoja de ruta que se ha ido elaborando a pie de obra, no en lejanos despachos. No se trata de querer prescindir de ese factor novedoso: la apertura de un proceso de negociación que, en función del esquema de Anoeta, pone en comunicación a los agentes decisorios y permite la creación de una dinámica de intercomunicación entre los partidos políticos que, con la configuración de los foros o mesas pertinentes, se convertirán en mecanismo resolutivo del conflicto, de sus causas y sus consecuencias. Pero tampoco se trata de jugar a ingenieros desde la contemplación mediática. Hay que actualizar los modos, formas y contenidos que permitan revitalizar esa mayoría social en favor de la salida democrática al conflicto que ha sido la gran impulsora de este proceso.
El camino recorrido en pro del acuerdo y la negociación que dio origen al OHD y el trabajo de socialización y de recogida de apoyo a nivel internacional han sido, a mi entender, uno de los mejores ejemplos de cómo debemos ir poniendo nuevos metros de vía.
Desde la discusión franca y abierta, todos los agentes que hemos compartido andadura tenemos la posibilidad de actualizar nuestra aportación en función de lo ya conseguido, que es mucho, y en función del camino que falta por recorrer, que es más. Y afianzar los contenidos democráticos básicos para un proceso y una solución democráticas tiene que ser el eje vertebrador de nuestra andadura.
Hay que articular una masa en pro de la autodeterminación con una dinámica propia y constante. Esa masa abertzale es hoy en día más que la izquierda abertzale. Contamos con un suelo muy firme, que comparte los principios democráticos para el futuro de Euskal Herria y que desea ejercer su derecho a decidir libremente nuestro futuro en el convencimiento de que ese derecho va a traer consigo la articulación de una sociedad más abierta, más igualitaria, más libre.
Una ola autodeterminista es la mejor garantía para hacer irreversible este proceso y avanzar en los dos carriles. En esta activación popular debemos situar también las respuestas a las actuaciones que el Estado español impulsa e impulsará. La foto de estos seis últimos meses debe hacernos reflexionar muy seriamente sobre ello. Ataques vía represión o judicatura, manipulación interesada de información, uso de los rehenes políticos en sus manos, incumplimientos de lo acordadoŠ Eso y mucho más es lo que el Estado español y sus gestores y poderes nos tienen preparado.
Pretender desnaturalizar el proceso, reventar la vía por la desestructuración de los carriles, convertirlo en vía muerta hacia el pasado mediante el uso de su imposición fáctica o de los colaboradores agradecidos, convertirlo en un regreso hacia el pasado vestido de oferta interesante... Estas y otras caras tendrá el constante intento del estado español por recuperar el control.
La idea del derecho a ser de un pueblo, que enlaza con el derecho a decidir y la territorialidad, son la brújula que nos permitirá movernos en el mapa de una situación compleja que define caminos que se abren más que metas. En ese foco catalizador debemos concretar los pasos a dar en cada momento. Y todas y todos los que tenemos la oportunidad de hacerlo, debemos ofrecer mecanismos de participación en este proceso. Lo contrario nos llevaría a repetir los errores de Argel y Lizarra, dando la espalda a nuestra fuerza real y confiándolo todo a un proceso de interlocución entre élites.
Debemos, por tanto, aprender a relativizar la información mediática. La maquinaria mediática al servicio de los intereses del Gobierno ya está utilizando la filtración como arma de doble filo, preparando por un lado a la opinión pública de España para lo que viene y pretendiendo, por otro, crear expectativas a corto plazo que nos lleven a vivir el proceso en una angustia permanente y paralizante.
Debemos centrarnos en lo fundamental, saber que la información debe ser valorada con sosiego, dando, aquí sí, tiempo al tiempo, que al final pone a cada uno en su lugar. Y no olvidarnos de que somos nosotras y nosotros los protagonistas decisivos en esta historia.
Una nación en marcha, que, expresándose como tal, reivindica su derecho a ser respetada y a decidir en libertad, sin límites. Esa es la Euskal Herria de hoy, la que hace camino al andar. -