Apoyamos a Chávez porque defendemos un proyecto vital», dice la dirigente indígena Noelí Pocaterra y precisamente de eso se trata, de elegir entre el viejo modelo neoliberal corrupto de Manuel Rosales, que dejó al país en la ruina y el proyecto de soberanía, democracia y justicia social representado por Chávez. Los pequeños avances cotidianos que hacen grande una revolución han venido sobre todo de mano de las misiones, la clave para que las políticas de justicia social no se pierdan en un cajón y lleguen a barrios y comunidades.
La Venezuela olvidada ha visto por primera vez una bata blanca que, manchada de cerro, campo y ternura, ha hecho del derecho de 17 millones de venezolanos un derecho, no un negocio como hasta entonces. Un ejército de 20.000 médicos cubanos se han convertido en mensajeros del alivio en esas calles que contados médicos venezolanos querían visitar.
La oposición se ha quedado con menos argumentos tras el éxito de las misiones, como lo fue el que, en diciembre de 2005, después de dos años y medio de trabajo, un millón y medio de venezolanos recuperaran, gracias al método cubano “Yo, sí puedo”, letras y palabras para leer el presente y escribir su futuro. Venezuela se convirtió en el segundo país, después de Cuba, que la Unesco declaraba libre de analfabetismo en América Latina, donde la media de iletrados es del 11,7%.
Tras ese importante logro, ni la Revolución, ni los alfabetizados descansan complacientes. La Misión Robinson II apunta hacia la educación primaria y la Misión Ribas ha graduado a medio millón de bachilleres. Asimismo, el invisible pero, hasta ahora, infranqueable muro que prohibía el paso del cerro o la comunidad a las universidades, ha sido poco a poco derribado gracias a la Misión Sucre, las Aldeas Universitarias, las Becas, los convenios con Cuba y, sobre todo, por la ilusión de jóvenes y adultos, unos por seguir y otros por retomar los estudios.
Los más pequeños también se han beneficiado. Así, el Artículo 103 de la Constitución, que garantiza la enseñanza gratuíta, se ha convertido en un hecho gracias a un aumento del 40% del presupuesto en educación y a la implantación de las Escuelas Bolivarianas. Una enseñanza que no pasa de largo de la realidad que le rodea, sino que se detiene en ella para escucharla y aprender de la sabiduría de los mayores. Los Libros Vivientes que, mediante la transmisión oral, hacen que escuela y comunidad se miren a los ojos y los pequeños recojan y aprendan de toda esa experiencia vital, son algunos de los elementos introducidos en las Escuelas Bolivarianas, que han cambiado las formas y el contenido, prestando más atención a la historia nacional.
Sin embargo, una enseñanza a estómago vacío no se puede considerar ni enseñanza, ni mucho menos de calidad. Por eso las Escuelas Bolivarianas incluyen, desayuno, almuerzo y merienda gratuitas. Esto ha permitido que Venezuela se convierta en el tercer país de América Latina, después de Cuba y Chile, con más bajo índice de desnutrición infantil. La desnutrición, que no sabe de edades, pero sí de clases sociales, hizo mella en los sectores más desfavorecidos, los más afectados durante el desabastecimiento causado por el paro patronal. La Red de Mercados de Alimentos (Mercal), nació después del paro para llevar alimentos de la cesta básica, subvencionados en un 30%, a cualquier rincón de Venezuela. Tres años y medio después, los 15.000 mercales, mercalitos y megamercales llenan los platos de 15 millones de venezolanos.
El monopolio de un sector tan importante no podía estar en manos con tan pocos escrúpulos, ni depender del exterior. Si no puede haber educación con estómagos vacíos, tampoco puede haber soberanía mientras se importan el 80% de los alimentos que se consumen, como sucedía en Venezuela.
Mediante la Reforma Agraria se han devuelto 3 millones de hectáreas de tierra, y con ello se ha devuelto la autoestima a los campesinos venezolanos, hombres de la yuca y el maíz, que se saben protagonistas activos del proceso de cambio, después de que durante décadas el petróleo fuera el centro y casi alimento básico del país.
Además, al contrario que sucedía con reformas agrarias del pasado, en esta ocasión la tierra no viene sola. Herramientas, que son tractores, créditos y cursos de formación, labran terruño y presente. Las cosechas encuentran su futuro, en muchas ocasiones, cuando después de recibir el valor agregado acaban en las estanterías de Mercal, cuadrando así el círculo del Desarrollo Endógeno.
Este desarrollo que mira hacia dentro se ha convertido en uno de los pilares del proceso. En este sentido, la Misión Vuelvan Caras, la madre de todas las misiones, no ha formado y capacitado a 600.000 venezolanos para luego abandonarlos ante el «sálvese quien pueda» del voraz mercado laboral, sino que ha fomentado el cooperativismo, que ha crecido, de las 762 cooperativas que había en 1998, a las 108.000 que hoy en día hacen de algo tan antiguo como la callapa, el trabajo a mano vuelta, el motor del Desarrollo Endógeno y la base de la democratización, económica y social, de la nueva Venezuela, que encuentra otro de sus pilares en esos instrumentos de poder popular que son los casi 15.000 Consejos Comunales, que permiten a vecinos, organizados de forma asamblearia, evaluar carencias de barrios y comunidades para, con sus propias manos, administrar los fondos del Estado y resolverlos.
Todo este proceso de recuperación del país recuperación de soberanía, de recursos naturales y democracia no ha olvidado algo importantísimo para la autoestima de los pueblos, la recuperación de la identidad. Después de muchos años de desconocerse, Venezuela se mira al espejo y se reencuentra con su historia y con sus protagonistas. Simón Bolívar, Miranda, Ezequiel Zamora, Guaicaipuro o la Negra Hipólita han sido rescatados del olvido y convertidos en orgullo nacional, dando nombre a misiones, parques o complejos industriales. Los barcos petroleros son reflejo de este hecho. Así, el que fuera buque insignia de la oposición durante el paro, el Pilín León Miss Mundo venezolana ha sido rebautizado como Negra Matea, mujer que amamantó y fue nana de Bolívar.
Igualmente, los símbolos y la bandera reflejan el momento que vive el país. La bandera, obedeciendo el mandato que en su día dio el Libertador, ha pasado de tener siete a tener ocho estrellas. Y el caballo del escudo, que antes corría frenado y hacia la derecha, hoy corre libre hacia la izquierda. Son pequeñas anécdotas que, unidas a los grandes logros, han dejado a la derecha perdida y han hecho que los pueblos de la América maltratada miren a Venezuela para soñar.
Es mucha la esperanza que hay en juego y lo que suceda en Venezuela traspasará las fronteras latinoamericanas. Los intercambios de petróleo por personal sanitario con Cuba, las becas a estudiantes bolivianos así como el medio millón de operados de la vista en todo el continente son prueba de que es posible suplantar los injustos intercambios comerciales impuestos por los TLC, y además es necesario superar la perversa lógica del saqueo capitalista, mediante criterios de complementariedad y comercio con justicia. En este sentido, el ALBA, eje del mal regional, se ha constituido en alternativa real para mandar al ALCA al carajo como dijera Chávez y construir desde valores de integración y solidaridad la nueva América Latina.
De cara a la cita electoral de este domingo, las encuestas hablan claro: entre un 20% y un 35% de ventaja para Hugo Chávez sobre el opositor Manuel Rosales. Pero las encuestas son, en muchas ocasiones, tinta sobre papel y más fiables resultan los paseos por la Venezuela urbana o rural, que no son cifras, sino realidades que se revelan más contundentes todavía y no dejan lugar a dudas: otra elección que será otra lección del bravo pueblo venezolano a la historia y al mundo.
El verdadero reto ahora es, más que ganar las elecciones, cosa que está asegurada, movilizar a la ciudadanía a las urnas y conseguir para Chávez los 10 millones de votos. Dos tercios del electorado que echarían por tierra cualquier intento de deslegitimar la victoria y el sistema electoral venezolano.
Y es que, precisamente, todo apunta a que la oposición, una vez consumado otro fracaso, repita la misma jugada del revocatorio y mediante la acusación de fraude y el desconocimiento de los resultados, den otra vuelta de tuerca a la campaña para presentar a Chávez como un dictador y la democracia venezolana como fraudulenta e ilegítima.
Poco importa que las pruebas empleadas por la derecha sean idénticas a las empleadas por su superior, George W. Bush, para justificar la invasión de Irak, es decir, ninguna. El favor de voces bien pagadas, que hacen el coro al canto victimista de la oposición, extienden alrededor del mundo esa mentira que, en busca de injerencia, trata de desgastar a Chávez y al proceso, para justificar cualquier acción en su contra.
De cara al interior, esta misma mentira sería un llamado a la gente a salir de sus casas y tomar las calles. Sin embargo, el escaso apoyo, así como el cansancio y desgaste entre sus simpatizantes, llevarían este llamado, en caso de producirse, a caer en saco roto.
Parece más probable que la estrategia opositora se enfoque a largo plazo, utilizando la criminalidad, que si bien se ha reducido se ha convertido en más espectacular, y el paramilitarismo, que ya ha asesinado a al menos 200 campesinos, como peones para extender el miedo y la sensación de ingobernabilidad entre la población. Para ello seguirán contando con el apoyo de Estados Unidos, que mediante el adiestramiento y financiamiento de partidos y organizaciones, se siguen negando a perder la que es considerada por geoestrategas como la playa o puerta de entrada de América del Sur. -