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Gara > Idatzia > Mundua 2006-12-03
Ingo NIEBEL
Comicios presidenciales en Venezuela
Unos catorce millones de venezolanos tienen derecho a votar hoy para elegir al presidente de la República. Los sondeos indican que Hugo Chávez será reelegido y que el candidato de la oposición, el gobernador del estado de Zulia, Manuel Rosales, no logrará reducir siquiera la ventaja del 20% que el bolivariano le lleva. El autor de este artículo se halla en Caracas, donde forma parte del grupo de observadores internacionales invitados por el Consejo Nacional Electoral.

Mientras en Europa bajan las temperaturas a los niveles habituales en invierno, en Caracas el termómetro se mueve alrededor de los 32 grados centígrados. Un fuerte sol calienta el aire de tal manera que crea cierto bochorno y te hace sudar la gota gorda en los lugares libres de las invernales aparatos de aire acondicionado. Bastante tranquilo se presenta también el ambiente político que se respira en las calles de la capital. La vida cotidiana transcurre tan caótica como siempre, en las calles capitalinas atascadas por las inevitables colas, como llaman aquí a los atascos.

En comparación con las anteriores votaciones, y sobre todo teniendo en cuenta la recogida de firmas para el proyectado referendo en 2003, se nota la ausencia de la crispación y del nerviosismo de los bandos enfrentados. Venezuela sigue dividida en dos campos: los seguidores de Chávez por un lado, los de Rosales por el otro. Ambas partes se muestran convencidas de que van a ganar, aunque los sondeos sólo auguran la victoria de Chávez.

Al contrario de lo que sucede en otros países de la región, en Venezuela no existe la segunda vuelta en el caso de que un candidato no logre la mayoría absoluta. Por lo tanto, el domingo a la noche ­hora venezolana­ habrá resultado definitivo.

La derecha y «el fraude»

Desde la óptica europea, es difícil entender cómo es posible que el bando de Rosales esté creando la impresión de que el gobernador de Zulia está empatado técnicamente con el líder del Revolución Bolivariana. El lema «Ven y cuéntalo» funciona también en Venezuela. Basta con ver el canal privado Globovisión para que uno piense realmente que el 3-D llega el final político de la era bolivariana. Los mensajes transmitidos por la TV privada, un poder fáctico que escenificó el golpe de Estado contra Chávez el 11 de abril de 2002, contrastan una vez más con la realidad política del país. Sólo sirven para sembrar dudas sobre la autenticidad del escrutinio.

En el caso de Venezuela, es la derecha la que habla del «fraude electoral» antes de que se hayan producido las elecciones.

El papel de árbitro en esta carrera por el cargo de presidente lo ejerce el Consejo Nacional Electoral (CNE). Esta institución es más que un organismo estatal porque tiene carácter constitucional: forma uno de los cinco pilares de la Magna Carta venezolana, junto a los poderes legislativo, ejecutivo, judicial y moral.

El CNE está representado por la doctora Tibisay Lucena. El jueves, la presidenta del poder electoral dio la bienvenida a los varios centenares de observadores internacionales que han llegado a la República Bolivariana para dar fe del transcurso del proceso electoral. Los extranjeros proceden, por un lado, de organismos tan diferentes como la Unión Europea, la Organización de los Estados Americanos (OEA) o del Mercosur; por el otro, se trata de académicos, periodistas, parlamentarios u otras personas que se han ocupado del tema de Venezuela. Obviamente, el CNE quiere dar la mayor transparencia al acto electoral de cara al extranjero.

De cara al propio electorado, el Consejo ha elaborado durante los últimos ocho años un sofisticado sistema electoral que debe dar la máxima seguridad y credibilidad al resultado en un país que figuró como el «modelo democrático» para América Latina, pero que fue uno más de los estafados, ya que los poderes fácticos de la extinguida IV República supieron cómo manipular los comicios.

Estos antecedentes han dado lugar, primero, a que se elevara al CNE a la categoría de un poder constitucional y, segundo, a la elaboración de un sistema electoral que se basa en el voto digital y analógico. Además, el CNE es el único organismo que controla el registro nacional y, por lo tanto, el electoral, para que todas las personas mayores de 18 años tengan un DNI y, con ello, el derecho a votar. Además, se logró que por fin descansen en paz aquellos muertos que de forma milagrosa solían participar en los comicios del antiguo régimen.

Hoy se verificará la identidad de los votantes no sólo mediante la Cédula de Identidad, sino también con un sistema captahuellas. Esta medida de seguridad, más estricta que en Alemania, por ejemplo, no está conectada con el sistema automatizado de votación.

La experiencia de Florida

Después de las malas experiencias en EEUU sobre esta forma de ejercer el voto, planea la duda. Los venezolanos se han esforzado en eliminarla, haciéndola lo más transparente y lo más segura posible. Por eso, la parte electrónica del proceso electoral sirve para acelerar el recuento de votos y, al mismo tiempo, es parte de su blindaje. Lo interesante del sistema venezolano es que el votante recibe un comprobante que introduce en una urna. Esta forma tradicional de votar controla a la digital y a la viceversa. El proceso se acelera, pero el control básico sobre ello no depende exclusivamente de ordenadores ni del software, sino de los seres humanos. En esta situación es extremamente difícil manipular el acto electoral desde dentro.

Como buen árbitro, Tibisay Lucena no entró en calificaciones sobre las dudas sembradas con antelación, sino que recurrió a los hechos. Los observadores pudieron probar las máquinas de votación y el personal del CNE se mostró muy bien preparado, también a la hora de responder preguntas difíciles. Lucena subrayó que la presencia de los extranjeros no sólo sirve para la observación, «sino también para el intercambio extraordinario».

De cara al año que viene, la presidenta del CNE quiere presentar su modelo a nivel regional, ya que ahora «la democracia en Venezuela es una de la más estables en América Latina». Incluso serviría de ejemplo para Europa. -


 
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