Maite Soroa
El festorro
Lo bueno de leer a los más pesados es que, a fuerza de dar la tabarra, terminan levantando ellos mismos el velo de las palabras con las que sus colegas tratan de cubrir lo menos presentable de ellos.Fernando Savater escribía ayer en “El Diario vasco” en relación a la Constitución Española y el proceso político en Euskal Herria para glorificar la primera y denostar el segundo. Según Savater, «derrotar al terrorismo no pasa por exterminar a nadie sino que consiste, sencillamente, en que la Constitución cobre plena vigencia allá dónde hoy está cortocircuitada por amenazas y coacciones. Y el plan de convivencia pluralista, democráticamente acordado, que reconoce la posibilidad de discutir todos los proyectos políticos excepto el de quienes pretenden aumentar su peso real en la sociedad vasca por medio de la violencia, ya existe y se llama Constitución, sobre la que se apoya nuestro Estatuto». No se le ocurre recordar que aquí, a esa Constitución le dijimos tururú... Y niega que haga falta ninguna clase de acuerdo en estos pagos: «porque ese acuerdo de convivencia (...) se llama Constitución. No se instituyó como pago por el final de la violencia, sino como compromiso contra ella». Tal vez habría que añadir que se hizo como se hizo para que gustara a los militronchos franquistas, al ministro franquista FragaŠ Pero como lo que de verdad le revienta es que se pueda negociar algo distinto a lo que a él le gusta, viene y nos suelta que «cuando ETA renuncie definitivamente a todo tipo de terrorismo de mayor o menor intensidad, el llamado ‘proceso’ habrá tocado a su fin (Š) y nada de lo vigente, es decir, de lo que hemos defendido y defendemos frente a la violencia, debe ser suspendido o puesto entre paréntesis: ni la aplicación normal de las leyes ni por supuesto la Constitución, que es la expresión del derecho a decidir de todos los ciudadanos españoles». Pues que decidan lo suyo y nos dejen decidir en paz a nosotras. Para el final deja la soflama: «Para empezar, es
importante salir el 6 de diciembre a la calle para celebrar nuestra fiesta, la
fiesta de la Constitución, es decir, la fiesta real de la paz democrática. Una
fiesta que no excluye a nadie sino a quienes aún pretenden robarnos la
ciudadanía y forzarnos a la unanimidad de la tribu o al exilio. Creo que cada
vez son menos, pero en cualquier caso los demás no debemos ceder terreno y
tenemos que estar ahí. Que se nos vea y que se nos oiga: en paz, con ánimo
festivo, pero presentes». Presentes, diceŠ ¡qué joseantoniano! - msoroa@gara.net
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