Muerte del dictador Pinochet
El golpista que entró en la historia por la puerta de atrás
La noche del domingo 9 de setiembre de 1973, varios militares de alto rango se reunieron para hacerle una encerrona a Augusto Pinochet, comandante en jefe del Ejército. Los ahora difuntos José Toribio Merino, de la Armada, y Gustavo Leigh Guzmán, de la Fuerza Aérea, le conminaron a pronunciarse sobre el golpe de Estado que estaba en marcha y que debía concretarse en 48 horas.
Reticente hasta el último minuto, Pinochet terminó firmando su adhesión por escrito, a las nueve de la noche. Todo indica que desde ese mismo momento comenzó a tramar cómo se haría del poder absoluto. Así, por la puerta trasera, Pinochet entró a la historia. Pocos días antes, había presentado al presidente Salvador Allende un plan de defensa del Gobierno de la Unidad Popular. Esa no fue su única traición. A Merino, su aliado, le arrebató el poder, pese a que la armada era la dueña ideológica del golpe. A Leigh le declaró loco en 1978 y lo sacó de la Junta Militar porque pretendió regresar el poder a los civiles.La posibilidad de un cuartelazo estaba en proceso desde el 4 de marzo de 1973, cuando la Confederación Democrática, que reunía a la derecha y al Partido Demócrata Cristiano, vio derrotada su pretensión de ganar dos tercios del Congreso y deponer constitucionalmente a Allende. Se contaba con la bendición del gobierno del presidente de EEUU, el republicano Richard Nixon y su secretario de Estado, Henry Kissinger. La CIA no tomó parte en el golpe mismo, pero entregó millones de dólares por conducto de la compañía estadounidense ITT y de cupríferas que perdieron yacimientos. El diario “El Mercurio”, quebrado para entonces, fue rescatado como parte del plan. En 1971 fue ofrecido en venta al Partido Socialista en un millón, pero Allende se opuso a la adquisición, diciendo que eso serviría para decir que había «muerto la libertad» de prensa. Dos paros de actividades en el sector privado y una serie de asesinatos, bloqueo de caminos y acaparamiento de artículos de primera necesidad, enrarecieron el ambiente. Allende nombró al jefe del Ejército, Carlos Prats, como ministro de Interior, y a cargo de las tropas quedó su entonces fiel amigo, Pinochet. Nacido en el cercano puerto de Valparaíso, el 25 de noviembre de 1915, Pinochet ocupó primero la presidencia de la Junta Militar de Gobierno (1973-1981), pero el 27 de junio de 1974, adoptó el título de Jefe Supremo de la Nación. El 16 de diciembre del mismo año se declaró presidente de la República. El cargo de comandante en jefe del Ejército lo dejó hasta el 10 de marzo de 1998. El dictador perdió el plebiscito de octubre de 1988 y el 11 de marzo de 1990 tuvo que irse de La Moneda. Poco después de su derrota en la urnas apareció el primer escándalo. En 1988 se realizó una transacción comercial entre Proyectos Integrados de Producción y el ejército, por medio del Comando de Industria Militar e Ingeniería, que poseía 49% de las acciones, pero la sociedad era una empresa de papel. La transacción comercial consistió en la compra de 51% restante de las acciones de parte del Ejército, por un valor cercano a los tres millones de dólares. Se pagaron en cheques nominativos a nombre del hijo del dictador, Augusto Pinochet Hiriart. Por estos motivos este suceso se conoció popularmente con el nombre de los pinocheques. En 1998 la dirigente comunista Gladis Marín ahora fallecida presentó la primera querella en su contra, y en octubre de ese año, el juez español Baltasar Garzón, logró su detención en Londres, para ser extraditado a España, por la muerte de una ciudadana española en los años 70. Permaneció en prisión domiciliaria durante 503 días hasta que el Gobierno británico le liberó por «razones humanitarias», el 2 de marzo de 2000, cuando ya tenía 84 años. Poco después de volver a Chile, el 31 de enero de 2001 fue arrestado para ser procesado por los crímenes de la caravana de la muerte. Sus abogados lograron que la Corte Suprema archivara el caso, tras considerar que el militar retirado padecía «demencia» moderada. El senador vitalicio fue desaforado por ese y otros juicios que fueron abiertos posteriormente. Pero fue una investigación de senadores de EEUU la que puso punto final a la idea de austeridad que siempre defendió Pinochet, cuando pusieron al descubierto que durante años mantuvo cuentas secretas en el banco Riggs de Washington, con una suma de alrededor de 8 millones de dólares. -
Enrique GUTIERREZ ("La
Jornada") SANTIAGO DE CHILE
«Operacion condor»
En julio de 1974 Pinochet creó la siniestra Dirección Nacional de Inteligencia (Dina) y un mes después se ponía en marcha el «plan secreto», lo que sería después la «Operación Cóndor», en las que tendría un importante papel otro dictador del Cono Sur, el paraguayo Alfredo Stroessner. Ese plan abarcó a Chile, Paraguay, Brasil, Uruguay, Argentina y Bolivia, y el objetivo básico era un pacto de muerte, para espiar, seguir, ubicar a los blancos (disidentes perseguidos) requeridos por uno u otro gobierno dictatorial, con la finalidad de secuestrarlos, trasladarlos ilegalmente, entregándolos al «interesado» o directamente matarlos. Operación Cóndor fue el código que los unió. El 25 de octubre de 1974, el entonces director de la CIA William Colby daba su bendición a estos hechos cuando declaró que «EEUU tiene derecho a actuar ilegalmente en cualquier región del mundo, acumular investigaciones en los demás países y hasta llevar a cabo operaciones tales como la intromisión en los asuntos chilenos». Pinochet fue reconocido como la figura clave en esta operación que se perfiló cuando el 22 de octubre de 1970, dos días antes de que el Congreso confirmara a Allende como presidente, un comando esperó al general (democrático) Schneider y le disparó. Sobrevivió tres días; era el anuncio del horror que vendría después.
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