Helen Groome - Geógrafa
Yo como, tu comes, ¿ella...?
La serpiente de agua se deslizaba entre la vegetación del manglar, de tronco en tronco, de raíz en raíz. Iba a un ritmo mayor que lo habitual, ya que en realidad huía. Le eran palpables las ondas de confusión que se trasmitían por todo el manglar, generadas por las luces, el humo, el ruido y las vibraciones de las personas y máquinas que irrumpían en su mundo. Donde antes la serpiente se había desenvuelto en un medio repleto de vida, con cientos de especies de aves, insectos, peces, crustáceos y plantas, ahora iban quedando únicamente unos extraños estanques desprovistos de toda vida que no fuera el langostino. No importaba hacía dónde se refugiaba la serpiente, no tardaba la destrucción en perseguirla.
La chica se sentó en los restos de su canoa, desecada ya por desuso, y observaba como se alejaba la serpiente. Ella conocía el peligro que ese reptil representaba, pero más miedo le provocaban los fusiles de los guardas que patrullaban los estanques de langostinos. Esos guardas armados encargados de hacer cumplir la prohibición de que ella, su familia y el resto de su comunidad se acercasen a lo que había sido, hasta hacía unos pocos años, su medio de vida, la protección de las tierras costeras y el criadero de muchas especies de peces. Desde los restos de su canoa la chica observaba lo poco que quedaba del manglar, muy deteriorado y contaminado con los residuos de los estanques de langostinos. Por lo que oía a través de la vegetación, ya le quedaba poca vida también a este reduc- to de la vegetación que había sido su mundo. A ella y a su familia no les quedaría nada, ni siquiera un solo langostino de los estanques.
Itxaso apagó el DVD que su hermana le había enviado desde el otro lado del mundo. Lo había visto seis o siete veces seguidas y no podía ignorar el problema, tan claro y sobre todo tan injusto. ¿Por qué unas personas a miles de kilómetros, por demandar algo, cualquier cosa, tenían el poder y la capacidad de eliminar sin más el sustento de familias y comunidades enteras y sin que aparentemente pasara nada? ¿Cómo podría ella plantearle a su madre que la compra de langostinos que había hecho, pensando en proporcionarle algo especial un día del año a su hija, destruía la vida entera de la hija de otra madre en otra parte del mundo? Y le daba miedo pensar que su madre, aunque lo supiera, quizá siguiera comprando los langostinos. O que quizá ni siquiera le escucharía. -
|