El grado de desconcierto de algunas (y algunos) que se embarcaron en el cayuco de la intransigencia enfermiza está aumentando cada día que pasa. Rosa Díez, sin ir más lejos, anunciaba ayer en “El Mundo” que «hay signos evidentes de que la democracia española vive un proceso de degradación». Malo, malo. Y es que según la pizpireta eurodiputada del PSOE, «nos invade el relativismo, el positivismo a ultranza, el optimismo ciego y patológico, el afán de cerrar los ojos ante aquella parte de la realidad que nos resulta difícil de aceptar». Y ustedes se preguntarán a qué se refiere Díez. Es fácil imaginarlo:«A quienes alertamos sobre estos peligros del relativismo absoluto, del pensamiento flácido, nos llaman catastrofistas; o enemigos del ‘proceso’». Ya saben de qué va la descarga de Rosa.
Y por si en su propio partido alguien tuviera la tentación de decirle que pare de decir memeces, alerta la eurodiputada que:«Han de saber que no renunciaré a defender con argumentos mis posiciones. No renunciaré a denunciar al nacionalismo obligatorio, a la Iglesia cómplice y a los criminales de ETA, ya vayan vestidos de políticos o directamente con capucha. Pero tampoco renunciaré a señalar a los intransigentes que nos mandan callar. Estoy bastante harta de comportamientos estalinistas que se ocultan tras el discurso de patriotismo de partido». Esta se larga. Seguro.
Luego, la segunda andanada:«Mientras las hordas terroristas quemaban un autobús, atacaban la Comandancia de Marina, quemaban un cajero y sembraban de terror las calles de San Sebastián, el pastor de los cristianos guipuzcoanos hacía un llamamiento al Gobierno y a ETA para que recobraran la confianza mutua». ¡Huy lo que ha dicho el obispo!
Y por eso le reprende:«Francamente, el obispo Uriarte se ha hecho acreedor de todo mi desprecio humano. Que sepa que le considero cómplice del mantenimiento del terror y responsable del dolor de las víctimas». Hoy está tremebunda, ¿verdad?
Le gusta la épica a la todavía eurodiptada del PSOE y
por eso proclama que «nosotros no nos conformamos con una tregua; ni con una
prórroga de la tregua. Les recordaremos a los optimistas coyunturales, a los
optimistas de salón, a los defensores de lo oficialmente correcto, que no
llevamos luchando toda nuestra vida para vivir más cómodos, sino para ser
libres». Continuará. - msoroa@gara.net