Después de decir la víspera que los políticos habían dado un triste espectáculo durante esta semana, el lehendakari volvió a pecar de exceso de protagonismo en la tarde de ayer, al dirigirse personalmente a los concentrados y hablar de lo que hará en el futuro el gobierno que preside, olvidando que entre quienes habían llamado a acudir a la marcha había partidos de la oposición y sindicatos que no comulgan con su estrategia.

Pese a los miles de personas que se movilizaron, la manifestación no fue lo multitudinaria que cabía esperar dado el momento en el que se producía y el potencial electoral de los convocantes. Cuando se convocó había elementos para haber hecho una manifestación histórica, de apoyo a un modelo propio de proceso de resolución, el que exige la mayoría de la sociedad que más directamente padece las consecuencias del conflicto. Esa ciudadanía que, según una encuesta reciente y poco publicitada del propio Ejecutivo de Lakua, en un 55% considera que «además de la desaparición de ETA, la paz debería implicar cambios político-sociales».

Sin embargo, al final, el PNV y el Gobierno de Lakua eligieron copiar el mismo modelo de la manifestación de Madrid, que culpaba de todo a una de las partes obviando el análisis de lo ocurrido durante nueve meses.

Pero, en cualquier caso, las manifestaciones de ayer ­la de Bilbo y la de Iruñea­ debieran poner fin al ciclo de reproches sobre el pasado. Los dirigentes políticos harán hoy sus valoraciones de las asistencias y las ausencias, y sería ya el momento de empezar a mirar al futuro. Y la tarea prioritaria es comenzar las tareas de reconstrucción de las confianzas y compromisos que llevaron a ETA a anunciar el alto el fuego.

La mesa Gobierno-ETA

El presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, comparecerá mañana ante el Congreso de los Diputados para señalar cuál será su estrategia en adelante y escuchar al resto de grupos parlamentarios. Todo Ejecutivo, en estas circunstancias, sufre la tentación de endurecer la vía represiva, siquiera por un tiempo. Pero Zapatero no debiera olvidar que ETA anunció esta semana que mantiene su alto el fuego y, por lo tanto, todavía cabe pensar en la búsqueda de caminos racionales. Un proceso de paz no puede prosperar en medio de un intercambio de golpes y dos no se pegan si ninguno de los dos quiere.

Habrán de reforzar por tanto los compromisos. Tendrán de dar con la fórmula que lleve a superar la contradicción de que un alto el fuego permanente conviva con la posibilidad de que se den «acciones de respuesta» y el contrasentido de que la base para proclamar la fortaleza del Estado de Derecho sea la aplicación de leyes y estrategias que suponen gravísimas violaciones de derechos humanos, políticos y civiles.

Por cierto, los partidos vascos que mañana avalen en el Congreso la estrategia de Zapatero deberán saber que su apoyo anterior sirvió para abrir una vía de contacto con ETA, pero también para que el Gobierno español se moviera menos que el PP en 1998, agravando además la situación de los presos.

La mesa de partidos

Los miles de personas que acudieron a Bilbo pidieron diálogo. La mayoría de las que no fueron lo piden también. No hay otra vía. Por eso no se han roto los puentes y los teléfonos siguen sonando. Es la hora de volver de las manifestaciones públicas a las reuniones privadas. -