Prevalece el ruido del escape libre sobre la capacidad de generar caballos de potencia en el motor. Desde donde el satélite me aporta posibilidades de reiteración, veo en Discovery Channel un encadenado de programas repletos de reportajes en donde el motor de explosión es la estrella. Carreras de coches, pruebas de velocidad pura, tuneados, rallyes, modelos extravagantes, coches de serie convertidos en bólidos y un largo etcétera. Claro, no podía faltar esa caravana de la infamia que va camino de Dakar.

Ha habido una muerte de un concursante, pero ¿cuántas ha habido en el trayecto? Hay imágenes espectaculares, pero hay secuestro de otras imágenes en donde se puede comprobar el destrozo que provoca ese despliegue de automóviles anuncio, esa caravana publicitaria que va desvirgando, con sus motores ruidosos, territorios en donde solamente los camellos, los burros o las pisadas humanas van tejiendo una red de supervivencia durante el resto del año. Dejan caer desperdicios y algún euro que se les pierde. A cambio utilizan esos paisajes lunares para que los señoritos y las señoritas prueben su destreza y corran una aventura a lomos de máquinas infernales movidas por motores estruendosos.

Pero como el mundo del motor es publicidad en movimiento, resulta que la presentación del nuevo coche, o sea, el nuevo soporte publicitario de Fernando Alonso, fue vista por un número de telespectadores que superó a muchísimas otras ofertas televisivas de mayor enjundia. Es decir, el asturiano con cuello de búfalo tiene nuevo bólido, nuevo mono, nuevos anunciantes y del azul se ha pasado al plata, y además, con el apoyo de otro operador de telefonía móvil, lo que va a provocar una marea roja que chocará con la marea azul. Anunciará en vez de utilitarios franceses, coche ideales para la clase media alta, y de momento hace kilómetros gastando gasolina por circuitos cerrados con el fin de lograr una puesta a punto de su coche. Estamos ansiosos esperando que empiecen las temporadas de motos y coches, nuestros motores de los domingos para ver el absurdo de la vida en realizaciones televisivas cada vez más sofisticadas. En vivo y en directo. Run, run, run. -