Hay una serie de factores, determinados y concretos, que ayudan a conformar la realidad político-social, de una fase, en la historia de un Pueblo.
Aproximarse a la realidad no es difícil, lo que ocurre es que a pesar de que los datos de que se nutren los analistas que hoy abundan son comunes, los resultados varían mucho.
Según algunos analistas, todo parece indicar que en los últimos treinta años el avance de la democracia y sus estructuras en el sur de Euskal Herria es extraordinario. Las perspectivas hacia una mejora de la economía moderna son excelen- tes y la paz social está prácticamente asegurada, pues la violencia de ETA llega a su final, con lo que estamos preparados para nuclear la Europa de los ricos.
Es evidente que muchos no comparten esta opinión, aunque nadie puede negar que algunas cosas sí que han cambiado.
En el terreno político, transcurridos los años no parece que salvo el surgimiento y desaparición de UA y la presencia de Aralar, el panorama haya variado mucho. Las escisiones, confluencias o absorciones, más son un baile de siglas que otra cosa. Porque si por un lado, unos mantienen el nacionalismo colaboracionista y Batasuna sigue aglutinando a la izquierda abertzale, por otro se agrupan reductos de origen abertzale y defensores del sistema, con el nacionalismo español que interpreta el PSOE. Alejándose definitivamente, quienes llevan más de tres décadas de franquismo sin Franco.
Como puede verse, se han movido algunos peones en el «tablero», pero la partida sigue como estaba.
Respecto a la comunicación gobierno-sociedad, es decir, el desarrollo institucional, no existe. Practican una forma de hacer política a través de mensajes contradictorios, valoraciones y acusaciones, todo ello vehiculizado por medios de comunicación sumisos, que es como consiguen el control del debate público. Esto quiere decir que no hay gestión, nadie gobierna.
Lo que sí han hecho es convertir a las instituciones en promotoras de obras faraónicas, en las que además del dinero público se da participación a entidades bancarias, máximos beneficiarios. A este respecto, con- vendría añadir y recordar que favorecer a una determinada y reducida clase social, antes o después «se nota», vaya si se nota.
¿ Y la sociedad, qué pasa con la opinión pública?
Durante los últimos meses hemos contemplado la aquiescencia formal hacia los planteamientos gubernamentales por parte del conjunto del arco parlamentario excepción hecha de la célula franquista con escasos reparos a sus continuos mensajes de «vamos bien», «damos pasos en la buena dirección», etc... Todo ello a pesar de que era evidente que las palabras de paz del Sr. Zapatero no se correspondían con el incremento de su aparato represivo.
Estas trampas discursivas se inspiran en una perversa lógica perfeccionada durante años, que ahora desarrollan los portavoces políticos máxime tras el atentado de Barajas tratando de insuflar componentes emocionales en sus intervenciones. Con su lenguaje quieren persuadir a la sociedad de la necesidad de apoyar a un gobierno que habiendo mostrado buena voluntad política ha sido engañado por ETA, con un atentado no previsto, cuando lo cierto es que el Sr. Zapatero y su gobierno en ningún momento han demos- trado una voluntad clara e inequívoca para poner fin a la violencia.
Intentan tergiversar la realidad en su afán por atraer las mentes y los corazones de sus audiencias y destinatarios, para sumar ad- hesiones que justifiquen el incremento en el ejercicio de «su» violencia.
No debe olvidarse que el lenguaje puede mentir con la finalidad de convencer a los receptores.
Con este comportamiento tratan de ocultar que el Sr. Zapatero primero se acercó a Carod Rovira, al que una vez utilizado y quemado abandonó, para seguidamente y con la sorpresa de muchos invitar a Artur Mas para que interpretara la jugada más sucia de su carrera política.
Ahora, el Sr. Zapatero trajina con Josu Jon Imaz, lo que deja claro que con todos pretende lo mismo. Tan claro que cuando se sirve de uno, deja en el ostracismo al anterior. Con ETA ha pretendido lo mismo.
Este aparente caminar nervioso e inseguro del Sr. Zapatero, que se presenta lleno de dudas y contubernios, tiene una iniciativa primigenia indudable; prescindiendo del PP y tratando de debilitar su protagonismo en el único campo que desarrolla actividad política el represivo el gobierno quiere cambiar la táctica, manteniendo la estrategia. Ahora pretende utilizar al PNV y con su colaboración incrementar el nivel represivo sobre la izquierda abertzale, mantener el acoso y debilitar su influencia en la sociedad vasca.
Quieren infundir miedo, aterrorizar a los entornos de la izquierda abertzale buscando su aislamiento, y olvidando que suspender garantías constitucionales en democracia es ilegal, condicionar si no evitar su presencia en las instituciones.
Esta es la política consensuada entre el Gobierno de Madrid y la dirección del PNV. Por tanto y a pesar de lo que algunos medios se empeñan en promocionar, la supuesta modernidad que en el PNV ejerce el EBB de Josu Jon Imaz, que tanto aplauden en la capital del reino no es sino más de lo mismo. En la práctica no es otra cosa que un reciclado de ciertos criterios formalistas, tal y como puede comprobarse en las intervenciones públicas de su presidente, que «deja ver sus costuras», cuando pasa del ataque a la posición canónica. Es pues más una ruina que conservar que una barricada que derribar.
Lejos de ejemplos similares, los políticos deben ser radicales en la medida que deben tener la fuerza necesaria para transmitir la convicción en sus ideas y proyectos a la sociedad, de una manera clara. Es por eso que en mi opinión y en contra de lo que muchos creen, la ambigüedad en política no es exponente de prudencia, sino de debilidad y no pocas veces opaco sendero hacia el fraude.
Comparto la opinión de Monseñor Uriarte (Obispo de San Sebastian), cuando dice que en estos momentos es imprescindible un esfuerzo especial y sincero que permita ver con claridad en medio de la confusión. No podemos perder de vista la realidad.
Con las experiencias habidas, hoy sólo cabe que cada uno explique su proyecto político, sin servidumbres de pactos ni tutelas de nadie. Con la valentía y determinación necesaria para exigir todos juntos el cese multilateral y definitivo de la violencia. Es así como podremos caminar en un proyecto de normalización política, que posibilite la con- vivencia de todos. -