En Tal al-Haua, las fachadas de los edificios están acribilladas a balazos y las ventanas han saltado en pedazos, síntomas de los feroces combates de los últimos días entre partidarios de al-Fatah y de Hamas. «Es un barrio fantasma, en estado de guerra», asegura uno de sus vecinos, Jummaa al-Saqqa.
Pocos son los vecinos que se arriesgan a salir fuera y las calles están vacías. Cada uno trata de protegerse como puede en su casa aunque algunos han huido del barrio.
Esta triste escena se repite en buena parte de los barrios de la ciudad de Gaza, donde muchas calles que albergan sedes oficiales de los servicios de seguridad están cortadas por barricadas levantadas por fieles de al-Fatah, el movimiento histórico del rais, Yaser Arafat, y de su sucesor en la Presidencia, Abbas.
Toda la noche y parte de la mañana decenas de militantes de Hamas se han enfrentado en las esquinas de Tal al-Haua a miembros de la Seguridad Preventiva, fuerza controlada por Abu Mazen, pertrechados en su cuartel general.
«Tal al-Haua se ha convertido en una zona de guerra. Los tiros no han cesado durante toda la noche», suspira Jummaa al-Saqqa con una voz apagada que denota la fatiga de tantas noches en blanco.
«No dormimos desde hace dos días. No podemos siquiera movernos dentro de casa. Debemos resguardarnos de las ventanas y refugiarnos tras las paredes», explica este médico del hospital Chifa de Gaza. «Vivimos en unas condiciones indescriptibles y alarmantes». Los enfrentamientos han sorprendido a los vecinos, que pertenecen a la «clase media» si tal categoría existiera en la Palestina ocupada, periodistas, médicos, funcionarios... «Pensábamos que vivíamos en una zona protegida y nos hemos convertido en objetivo. Nunca habríamos imaginado que semejantes enfrentamientos pudieran tener lugar justo aquí», deplora
«Esta noche ha sido insoportable. Se oían disparos de armas automáticas y explosiones por todas partes. Muchos han abandonado sus casas», confirma otro vecino, Riyad al-Hilua.
Explica que los hombres de Hamas se apostaron en las esquinas de las calles y cerca de la mezquita vecina e intercambiaban disparos con los milicianos de al-Fatah.
«Hemos intentado hablar con las dos facciones armadas. Les hemos pedido que salieran de esta zona habitada pero no nos han escuchado».
Jalil Aql optó por huir del barrio cuando se dio cuenta de que la situación escapaba a todo control. «Estaba en casa cuando todo ha empezado y he decidido refugiarme en casa de mi familia en otro barrio».
Al final del día, ráfagas de disparos esporádicas generalizan en todos los espíritus el temor de una extensión generalizada de los combates.