Los indios brasileños se unen en busca de protección para sus tierras
Una tribu indígena de la Amazonía brasileña ha visto su futuro reflejado en el drama de los guaraníes, por lo que 38 de sus miembros han recorrido 2.000 kilómetros en autobús para mostrar su apoyo a este pueblo. temen que sus territorios puedan sufrir la misma deforestacion que dejó en la indigencia a los guaraníes. L
Manuel PEREZ
Para los indios waurás, el largo camino que separa la reserva indígena del Parque del Xingú (Estado de Mato Grosso, en el centro oeste de Brasil) y la región de Dourados (Mato Grosso do Sul, cerca de Paraguay) supone la patente premonición de un futuro desolador. Temen que sus territorios puedan sufrir el mismo proceso de deforestación que ha afectado a las tierras guaraníes y que ha dejado a este pueblo en la indigencia, dependiente de las ayudas alimentarias del Estado.
Desde el corazón del Xingú hasta la ciudad de Canarana, punto de origen de la caravana waurá, el único medio de transporte capaz de despegar de la minúscula pista de tierra de la aldea y de sobrevolar la impenetrable floresta tropical es una avioneta monomotor.
Abajo se extiende la selva virgen que supone el único sustento y protección para su aldea. Este manto verde ocupa el horizonte durante casi una hora de trayecto, hasta que las plantaciones de soja aparecen para recortar la silueta de la reserva con precisión cartográfica.
A partir de ahí, la carretera que conduce el autobús al sur durante 26 horas sólo aparece jalonada por extensos latifundios que han sustituido totalmente a los bosques originales y al «cerrado», como se denominan en portugués las extensas sabanas naturales del centro de Brasil. Ese es el panorama que se encontraron los waurás en la aldea Jatayvary, nombre que significa «perro flaco» en guaraní y que es indicativo de su precaria situación. En sus 180 hectáreas de terreno deforestado, que recuperaron de los latifundios colindantes hace nueve años, viven sin apenas medios de subsistencia 500 personas.
«No tenéis bosques para cazar ni ríos para pescar», apunta el cacique waurá Kamalá, que alentó a los guaranís a unirse y a mantener sus tradiciones y su estructura para hacer frente a esas amenazas. «No sé cuantos años van a pasar hasta que esto ocurra en el Xingú, pero seguro que también va a acontecer», lamentó el líder indígena durante el encuentro cultural en el que waurás y guaraníes de las etnias Kaiowá y Ñadeva, además de debatir, hicieron exhibiciones de danzas tradicionales e intercambios culinarios.
Este encuentro fue iniciativa de otro dirigente waurá, Atamai, que lleva años trabajando para estrechar lazos con otros pueblos indígenas, preocupado por la crítica situación.
En 2005, varios representantes de la tribu waurá viajaron a Colombia para un encuentro de curanderos y chamanes, que se repitió en 2006 en la reserva del Xingú y que este año se celebrará en Surinam. Además, los waurás pretenden viajar a Canadá el próximo julio, invitados por las tribus locales, siempre que consigan los visados necesarios para pisar suelo canadiense y para la necesaria escala en Estados Unidos, cosa complicada debido a que estos indígenas carecen de documentos de identidad.
Ya en la clausura del evento, los waurás apoyaron las demandas de los guaraníes en un manifiesto, que será remitido al presidente de Brasil, al ministro de Justicia y al gobernador del estado de Mato Grosso do Sul, en el que se ruega que se agilicen los trámites para la delimitación de las tierras guaraníes.
El documento, firmado durante una emocionante ceremonia de hermanamiento entre ambas comunidades, pide a las autoridades del gobierno y no gubernamentales «que hagan lo posible para demarcar nuestra tierra, para que podamos encontrar la paz y la armonía».
Los guaraníes, con 60.000 miembros, forman la mayor comunidad indígena de Brasil. Actualmente disponen de 44.000 hectáreas de terreno, parte del cual no está reconocido oficialmente por la Fundación Nacional del Indio (Funai). Esta indefinición es fuente constante de conflictos con los terratenientes locales, que se resisten a entregar sus fincas a los indios. En decenas de casos los enfrentamientos han acabado con víctimas mortales.
Según el Consejo Indígena Misionero (Cimi), organismo ligado a la Iglesia católica, la violencia contra los guaraníes en Mato Grosso do Sul «se está recrudeciendo y tiene características de un genocidio».
Para Rubem de Almeida, etnógrafo del Comité Gestor de Acciones Indígenas Integradas, la escasez de tierras es el origen de los principales problemas que afectan a los guaraníes.