E l trabajador muerto ayer en Ortuella al caer desde un tejado mientras realizaba su labor es una muestra trágica, una más, de las deplorables condiciones de seguridad existentes en muchas empresas, así como de la relación entre esas condiciones y la precaria situación laboral de gran parte de los trabajadores. Ciertamente, el joven fallecido tenía contrato eventual y en el momento de la caída no tenía colocado el arnés de seguridad ni ninguna otra protección, como corresponde en cualquier trabajo de riesgo. Y conviene recordar, ante ciertas interpretaciones interesadas, que la responsabilidad de que los operarios hagan uso de las protecciones o medidas de seguridad pertinentes es de las empresas, que, además de cumplir la normativa de seguridad, han de hacérsela cumplir a sus trabajadores. En cualquier caso, y como los técnicos de Osalan comprobaron, el tejado donde el joven trabajaba carecía de los dispositivos necesarios para la sujeción del arnés. Por tanto, ni se cumplía ni se hacía cumplir la normativa. No es un caso escandaloso aislado. La cifra de 18 trabajadores muertos en lo que va de año es suficientemente ilustrativa de una situación laboral que se vuelve insoportable. Poco después del accidente de Ortuella, en Galdakao un joven resultaba herido en su puesto de trabajo. Nadie desea los accidentes, pero ¿quién hace todo lo posible por evitarlos?