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Un hueso oculto en Irun, primera evidencia del consumo de melocotón

GARA | DONOSTIA

Hace dos mil años un vecino de Oiasso, la actual Irun, comió un melocotón y tiró el hueso al agua del puerto de la entonces ciudad romana. Veinte siglos después, su despreocupado gesto ha hecho de la humilde semilla la primera evidencia del consumo de esta fruta, originaria de Oriente Próximo, tanto en Euskal Herria como en el Estado español.

La capa de agua y la ausencia de oxígeno de los lodos del puerto romano que lo cubrieron durante cientos de años impidieron al melocotón germinar y convertirse en un productivo frutal, pero lo conservaron intacto hasta nuestros días. Rescatado del barro por expertos del centro de investigaciones Arkeolan, el anónimo hueso se ha convertido ahora en una de las piezas estrella del nuevo Museo de la Romanización del Golfo de Vizcaya de Irun donde, según explicó su directora, Mertxe Urteaga, puede ser contemplado junto a otros miles de semillas también magníficamente conservadas en los sedimentos de Oiasso.

Esta abundancia de restos vegetales, muy difíciles de encontrar en otras excavaciones arqueológicas, ha permitido a los especialistas constatar por primera vez en el Estado español la existencia de cultivos de árboles frutales para consumo humano (arboricultura), como reveló a Efe la investigadora del CSIC Leonor Peña-Chocarro.

Para esta experta, Oiasso es un yacimiento «único», ya que lo habitual es que la materia orgánica se descomponga rápidamente y los restos no se conserven o, si lo hacen, lleguen incompletos por la acción del fuego, tras haber sido cocinados o quemados en incendios.

Vestigios de gran interés

Sin embargo, los sedimentos del puerto romano de Irun han mantenido hasta nuestros días infinidad de bellotas, nueces, piñones, avellanas y huesos de cerezas, ciruelas e incluso frutas tan exóticas para aquellos tiempos como el «melocotón estrella» del Museo Oiasso.

La experta indicó que, además de este hueso, en Irun hay otros vestigios de gran interés como las pipas de uva más antiguas halladas en Euskal Herria, restos de higo e incluso un grano de trigo que, junto a algunos huesos de aceitunas, documentan la existencia de comercio a larga distancia, porque se trata (estas últimas) de especies que no se dan de forma silvestre en Euskal Herria.

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