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La gran copulación

Carlos GIL

El título completo de esta obra, probablemente una de las diez mejores del espléndido siglo XX, es : «Persecución y asesinato de Jean Paul Marat representado por el grupo teatral de la casa de salud de Cuarentón bajo la dirección del señor de Sade». Por lo tanto es una propuesta de teatro dentro del teatro, y una de sus grandísimas aportaciones es colocar todo el discurso político en el contexto de un manicomio, por lo tanto un maridaje entre la locura y la política, o la revolución, porque se está hablando precisamente de la revolución francesa, con los textos de Marat, el que encarna ese ideario revolucionario en el que entiende que la violencia política es necesaria, aunque desde la primer utopía, el primer impulso a su consolidación, traición o asentamiento, la sangre se convierta en ingrediente que excede todas las previsiones, y en la que los pobres reclaman urgencias, cosas tangibles, no proclamas e intenciones, y a la vez, los otros poderes van jugando sus bazas para intentar aliar los efectos. O como ahora se diría minimizar los efectos colaterales.

Frente a Marta el discurso de sade, un observador, un individualista, que aboga por al revolución personal, la que debe hacer cada individuo para que después se vaya evolucionando. El que dice que las ejecuciones en guillotina se han convertido en un ritual que no tiene ningún valor revolucionario, el que debate en territorios idealistas a Marta. El individualismo frente al colectivismo. La revolución individual, frente a la revolución social. La mirada placentera orgiástica, el experimentar en su propio cuerpo todos los placeres y sufrimientos frente al acto social, colectivo, de masas reclamando sus derechos históricos, intentando recuperar de la aristocracia y la iglesia sus tierras y sus fábricas. Y a final ese pueblo aficionado a cortar cabezas reclama las promesas, hasta que surge la burguesía.

Este montaje se atreve a colocar referencias actuales, a situar parte de las acciones en el hoy, aunque siempre manteniendo el cuerpo original, es decir la textualidad, los magníficos discursos, los monólogos, los diálogos, las canciones, la gran estructura de la obra, sus recursos dialécticos, brechtianos, documentales o didácticos que la convierten en un gran monumento de la literatura dramática del siglo XX con volunta popular, en el sentido grande del término, es decir la que está ideológicamente a favor de la s clases populares.

Y en este acercamiento le añade valor, proximidad, posibilidades de entendimiento, con claras alusiones al tiempo presente, con monarcas reconocibles y remarcados. Por lo tanto las diatribas, las consignas resuenan todavía más necesarias. Es como revivir un tiempo (teatral me refiero) en donde las formas y el fondo eran un mensaje único. En donde el compromiso era tanto estético, como ético y como político. A mi entender cambia algo que la hace todavía más importante: no está claro que todos los públicos que la puedan contemplar estén de acuerdo con su menaje final. No parece existir la complicidad absoluta de los años sesenta. Esto magnifica la categoría de la apuesta institucional y del equipo que la pone en pie, en donde la calidad actoral queda manifiesta, con los papeles fundamentales totalmente adecuados en su interpretación, y con un montaje global muy sugestivo. Todos los elementos, escenografía, música en directo, vestuario, iluminación ayudan a crear este acto copulativo teatral universal, lo que propone Sade, pero en términos racionales. Gran teatro, una obra que girará y que no deben perdérsela.

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