Otro encuentro sin ver puerta, sin crear ocasiones, sin ritmo y sin un guión definido. Resultado: tercera derrota consecutiva sin visos de recuperación del juego rojillo que maravilló no hace tanto tiempo. Pese a mantenerse la distancia con los puestos de descenso, la tabla se aprieta todavía más en los puestos de abajo y el calendario que se avecina se presenta temible.

Los tropiezos de Athletic y Celta permiten que Osasuna siga manteniendo el mismo colchón de puntos previo al encuentro ante el Racing, pero el Betis ya ha alcanzado a los rojillos y el Mallorca se ha puesto a un punto de distancia.

Pero lo más preocupante es que, visto el nivel futbolístico de los navarros, los próximos compromisos no presagian nada bueno. Valencia, Athletic -un duelo fratricida dada la situación de ambos equipos-, Sevilla y Real Madrid son los próximos duelos. Casi nada.

Y de por medio queda la disputa de los octavos de final de la Copa de la UEFA, con el consiguiente desgaste que ello va a suponer. Además de que las dudas de Ziganda, tras lo vivido en El Sardinero, tienen que ser notables a la hora de confeccionar el equipo para Glasgow.

Mantener a los mismos hombres a la espera de que la actitud sea diametralmente opuesta -de lo contrario, la goleada está garantizada- o colocar otras piezas sin la garantía de que el recambio aporte ese plus de competitividad, ganas y calidad necesarias, esa es la cuestión sobre la que deberá devanarse los sesos el de Larraintzar en los próximos días.

Pero volviendo al choque liguero en Santander, si ya era difícil obtener algo positivo en un feudo que acumulaba su cuarta victoria consecutiva hasta la jornada de ayer, las probabilidades se tornaban prácticamente imposibles teniendo en cuenta que las aproximaciones con cierto peligro al marco contrario se cifraron en sólo dos durante los noventa minutos de juego.

Líneas distanciadas

Osasuna no dispuso del balón, apenas hilvanó cuatro pases seguidos y las líneas estuvieron separadas por una distancia considerable, que hizo imposible una salida decente del esférico. Mientras estuvo sobre el campo, Soldado vagó por las posiciones de ataque sin apoyo y cuando el equipo quería salir hacia adelante se le hacía muy difícil desplegarse con garantías y sin entregar la pelota.

Con este panorama, a lo único que podían aspirar los rojillos era a conseguir un punto. Pero ni siquiera eso supieron amarrar. Cuando parecía que mejor tenían controlado el choque, apareció Zigic con su envergadura para desequilibrar el envite del lado racingista.

Los cántabros decantaron a su favor la vigesimoquinta jornada -y el gol average particular- aprovechándose de las cualidades del gigantón, como ya hicieran en la ida, y de las posibilidades de las jugadas de estrategia.

Era el «premio» a la traición que los de Ziganda habían hecho a su estilo: ceder el control al rival y confiar en mantener a cero la portería propia. Como ciertos integrantes de la plantilla ya lo han reconocido tras encajar algún resultado negativo, la escuadra navarra no sabe jugar a especular y ayer lo demostró una vez más. Sin presión sobre el contrario y sin tensión para disputar el balón, Osasuna pierde muchos enteros y será más que necesario un golpe de timón en la actitud de los rojillos para que no haya problemas de última hora.

Desgraciadamente, la sensación que ayer ofrecieron los navarros es que, a falta de trece partidos para terminar la competición doméstica, parecen con las baterías más que desgastadas, sin que el repuesto que pueda haber detrás dé lugar alguno a cierta esperanza.

Sólo cabe esperar que disputar otra eliminatoria europea histórica propicie un cambio de chip -ello también traería consigo alguna que otra suspicacia sobre el rendimiento ofrecido cuando se trata de una u otra competición-, y que aquél se prolongue a los próximos y difíciles compromisos ligueros.