Dicen que una imagen vale más que mil palabras y, en este caso, es cierto. El director Lluís Danés y su equipo no salían de su asombro cuando el año pasado, y mientras grababan en Gasteiz, veían cómo la Ertzaintza cargaba contra la manifestación que pedía el esclarecimiento de los hechos que ya han pasado a la historia como los sucesos del 3 de marzo. Aquel día de 1976 la Policía irrumpió brutalmente, con gases lacrimógenos y armas de fuego, en una asamblea de trabajadores en huelga en la iglesia de San Francisco, del barrio de Zaramaga. Era una época de lucha obrera, con huelgas en Forjas Alavesas y Michelin. La brutal actuación policial causó cinco muertos y más de cien heridos de bala. No depuraron responsabilidades, ni se investigó, ni tan siquiera se ha pedido perdón a las víctimas.

La cámara rueda como en 2006, y aunque el cuerpo policial es otro, quienes portan la pancarta pidiendo justicia reciben golpes e incluso son detenidos. Algunos de ellos son familiares de los fallecidos o damnificados, como Andoni Txasko, portavoz de la Asociación de las Víctimas del 3 de marzo, quien sufre una pérdida casi total de la visión debido a la paliza policial recibida el día siguiente de la masacre. «Sirve para ver que treinta años más tarde son la misma gente con las mismas porras». La frase es de Lluís Danés, un cineasta joven que ha conseguido sorprender con su ópera prima, un documental que ha hecho suyo el espíritu del personaje que lo inspira: combativo, poético y ético. «Llach, la revolta permanent», que pudo verse en la pasada edición del Festival de Cine de Donostia y en el pase especial y popular en Gasteiz de la pasada semana, llega hoy, por fin, a las pantallas.

Desde Catalunya

Factura totalmente catalana para un documental que narra unos dolorosos hechos de nuestra historia reciente. Este es uno de los muchos puntos interesantes de este «Llach, la revolta permanent», un trabajo que ha ido creciendo y cambiando sobre la marcha. El punto de partida fue la decisión de Lluis Llach de abandonar las giras, que no la música, tras cuarenta años de carrera. Lo que debía ser un documental sobre esta despedida del músico catalán terminó convirtiéndose en un viaje en el tiempo para rescatar del olvido unos hechos unidos a una canción, «Campanades a Morts». Lluís Arcarazo -recientemente Goya por el guión de «Salvador»- y Lila Pla son los autores del excelente guión del documental. «Probablemente una sola canción no puede definir a un músico como Llach, tan rico en registros, temas y recursos, pero «Campanades a Morts», por lo que explica, por la rabia con la cual fue escrita, por su continuación trágica, por su dimensión musical, representa, para nosotros, el más alto grado de compromiso de un músico que a lo largo de su carrera ha mantenido una insobornable coherencia personal, una actitud de revuelta permanente contra los abusos del poder», explican los guionistas.

Este músico, que decía de sí mismo que es «de la época en que Sartre se subía encima de un bidón y repartía panfletos», concibe la música como una herramienta de comunicación y de compromiso político... y poético. Aplaudido por igual en París y Madrid, aunque a las altas instancias les sigan escociendo sus palabras, exiliado en dos ocasiones, prohibido también, multiventas, Lluis Llach desgrana en su propia voz y con su hermosa música su visión de la vida, la de un poeta que no se doblega.