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Maite SOROA

¡Qué empalagosos!

El topicazo de los «ríos de tinta» que se vierten para describir una noticia de gran impacto se queda corto para explicar lo escrito a cuenta de la manifestación de los toritos de Osborne. Ríos de tinta negra, roja y gualda.

Resulta imposible -y, francamente, aburrido- resumir tanto editorial, tanta crónica y tanto comentario. Me quedo, pues, con una perla cultivada, con las delicias de Federico Jiménez Losantos ayer en «El Mundo» bajo el título «¡Cuanta España!».

Aseguraba el radiopredicador que «no ha habido nunca en España un acto político tan hermoso como la gigantesca manifestación del sábado 10 de mar- zo de 2007. Nadie reunió nunca a tanta gente (...) Nadie ha conseguido jamás encauzar un sentimiento tan noble, tan admirable, tan emocionante como el de este sábado de marzo que me resisto a llamar pasado, porque ya es imagen presente en la memoria y el corazón de cuantos lo vivieron». Resulta enternecedor.

El hombre debía de estar como en las nubes al sentarse frente al ordenador y empalagarse de patrioterismo: «Hasta los que carecen de cualquier idea de España podrían alfabetizarse en civismo y doctorarse en estética viendo el luminoso mar de banderas desplegadas, el inmenso ondear del sentimiento español que, como en la Guerra de la Independencia y tantas otras gestas nacidas de la entraña nacional, era la más pura expresión del pueblo llano». Ya estamos con guerras, reconquis- tas, expulsión de los moriscos...

Hablaba del «calor» patriótico sentido en la Plaza de Colón y agregaba que «muy pocas veces, ese calor se concreta en símbolos nacionales, como la bandera y el himno. A veces, muy raras veces, la nación lleva a sus representantes políticos como en andas hasta el poder para restaurar sus derechos, su integridad, su libertad. Y nunca como este inolvidable sábado 10 de marzo de 2007 la nación española ha estado, ha sido, ha sentido, ha llorado, ha lucido tan hermosa, tan consciente de sí misma, de su valer y de su poder; nunca dos millones de personas enarbolando medio millón de banderas al viento, dejándose mecer por el fresco aire de marzo, han dado tal lección de ética y de estética, de amor a lo que nuestra nación ha sido (...).

Habrá tiempo para analizar lo que dijo y hace Rajoy y lo que deshace Zapatero. Pero ambos son cara y cruz, haz y envés de esta gran nación nuestra. ¡Cuánta España!» Peripatético, diría una amiga mía.

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