El anuncio realizado en la noche del domingo por Jacques Chirac era esperado, hasta puede decirse que muy esperado. Al menos desde principios de año. Cabe afirmar que, tanto por el momento elegido para comunicar la decisión como por el contenido de la misma, el primer afectado del anuncio presidencial es el candidato de la UMP, Nicolas Sarkozy. Desde el entorno del candidato derechista se contaba con que Chirac dejara mucho antes el camino libre. Sin embargo, el presidente saliente ha optado por «comerle» buena parte de la prepacampaña al aspirante de su propio partido, con el apoyo de filtraciones periódicas y mensajes contradictorios sobre sus intenciones últimas.

Aunque las desavenencias entre ambos políticos han sido una constante en los últimos años, todo apuntaba a que, al fin y a la postre, la obediencia partidaria dejaría hacer sentir su efecto. No ha sido así. Chirac se ha ido sin hacer el más mínimo gesto de apoyo a Sarkozy. Aunque esa actitud pretenda ser interpretada como un gesto de neutralidad que enlaza con la tradición gaullista, lo cierto es que muy pocos pueden evitar considerarla como la pataleta final de quien no fue capaz, por muchos medios que empleara, de desbancar a Sarkozy de la carrera a la Presidencia.

El candidato de la UMP mantiene un liderazgo sólido en todos los sondeos, pero el «efecto Bayrou» hace mella tanto en él como en la candidata del PS, Ségolène Royal. Aunque no sea tan fácil saber si contar con el apoyo de un presidente desprestigiado ayuda o más bien condiciona, la crítica añadida al extremismo incluida en el mensaje de Chirac da a buen seguro un buen arma a los oponentes de Sarkozy, que la interpretan como una descalificación expresa a las medidas más lepenistas de Sarkozy en materia de inmigración. Su anuncio de crear un ministerio de la inmigración y de la identidad nacional cuenta con un inesperado opositor: Jacques Chirac. Ese sí es un revés para el delfín de la derecha. Máxime cuando a la crítica del aún presidente hay que sumar una decisión, esta vez del Consejo de Estado, que puso ayer fuera de combate una iniciativa suya al frente de Interior, la de crear el fichero «Eloi» con el fin de espiar a las personas que ejercen la solidaridad con los «sin papeles».