El mayor y principal escollo a superar por cualquier biopic en torno a Lola Flores es el de encontrar una actriz capaz de meterse en semejante papel, por lo que la recordada folklórica tenía de inimitable.

Los productores de la película «Lola» hicieron un laborioso casting para ir a dar finalmente con Gala Évora, integrante del grupo vocal Papá Levante y sin apenas experiencia en la actuación. Fue elegida más que nada por su parecido físico, pero con la fisonomía no bastaba y la seleccionada tuvo que someterse a una preparación concienzuda en la que Cristina Hoyos ha resultado totalmente fundamental a la hora de entrenar sus movimientos y coreografiarlos, hasta una vez logrado el efecto mimético deseado.

Por lo visto, en los primeros avances la debutante calca los gestos inconfundibles de La Faraona, e incluso baila como ella. Lo que ya no está a su alcance es reproducir aquella voz rota, factor que posiblemente hará perder fuerza a su ya de por sí arriesgada caracterización.

El artesanal realizador Miguel Hermoso, que ya dirigió personalmente a la verdadera Lola Flores en su comedia picaresca «Truhanes», se enfrenta a un encargo comprometido por la obligación de responder a la expectación de un público que se ha hecho una imagen de la difunta artista flamenca a la medida distorsionada de los programas de la telebasura. Si lo ha aceptado ha sido con la condición de retratar sus inicios, tal vez los menos conocidos y en los que se fraguó el auténtico temperamento de esta arrolladora mujer.

El guión de Antonio Onetti, resumen de unas cuantas biografías literarias con la del periodista Tico Medina como guía, insiste en el perfil de una gran luchadora a la que le tocó vivir los tiempos difíciles de la posguerra, tratando de vencer al hambre y la pobreza con su natural gracia y desparpajo.