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La respuesta turca

«Irak. El valle de los lobos"

Es la producción más cara de la historia del cine turco, con un presupuesto superior a los diez millones de dólares. Todo con tal de hacer una película de acción al estilo de Hollywood, pero en la que los norteamericanos aparecen como los malos. Sería fácil decir que los turcos se han limitado a darle la vuelta al tratamiento maniqueo de rigor, salvo porque, en lo relativo a la invasión de Irak, no necesitan fabular y les basta con recurrir a las noticias más que probadas sobre el genocidio cometido por el ejército yanqui. Donde ponen de cosecha propia es en la exaltación nacionalista de sus héroes, mezclada con un lavado de cara de la imagen del islamismo.

Se basa en un hecho real acontecido en julio del 2003 en Sulaymaniyah, cuando once miembros de las fuerzas especiales turcas fueron detenidos por el ejército invasor, creándose un incidente internacional pese a que Turquía y EE.UU. eran, en teoría, países aliados. Lo que no aclara la película es el tipo de misión que desempeñaban los turcos en el Kurdistán iraquí, aunque de ahí ya se pasa a la denuncia de las torturas y crímenes de guerra. Los personajes incorporados a la ficción han sido secuestrados de las propias películas del enemigo, motivo por el que la prensa llegó a hablar en su día de un Rambo musulmán, si bien esa divertida manipulación en la que incurre el guión recuerda más al humor beligerante de la realización palestina de Elia Suleiman, «Intervención divina». El mayor acierto de «Irak. El valle de los lobos» es el de la incorporación de villanos importados del mercado anglosajón. Gary Busey está genial en su caracterización de médico judío que trafica con los órganos de los prisioneros. Otro tanto cabe decir de Billy Zane, que se inspira en el general Kurtz de «Apocalypse Now» para su particular cruzada.

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