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Raimundo Fitero

A propósito

La 2 dedicó parte de la noche del domingo a traernos recuerdos de la vida y la obra de Antonio Gades. Un reportaje muy oscuro, muy poco brillante, como si diera miedo descubrir la luz de este gran bailarín y coreógrafo que marcó el baile español del siglo XX de una manera indeleble. Podría ser este tipo de propuestas una opción contra el atocinamiento general, pero lo cierto es que queda a desmano, y en el preámbulo de uno de los espacios más atípicos para una cadena que parece buscar la excelencia, lo necesario, lo que no tiene valor de mercado, pero sí consistencia y sentido a través de una noción de formación, de destino de un ente público.

Como el desbarajuste de RTVE es tan grande, los programas en la segunda, aquella que fue para una inmensa minoría, se quedan ahora absolutamente desamparados, como supervivientes de una isla a la que apenas llega ayuda promocional, interés real, dotación presupuestaria. Se está convirtiendo en un cementerio de programas que languidecen y que justifican otros presupuestos por su supuesta dedicación a ámbitos culturales. Una lástima. Una cadena que debería valorarse por sí misma, de una manera clara y sin complementariedades que valgan. Es el gran reto, la última esperanza.

A propósito de este reportaje de Antonio Gades, uno se encuentra a Joaquín Cortés vestido de cosa rara en «Sorpresa, sorpresa», un programa absolutamente descalificado, algo que desaparecerá de la parrilla en breves momentos porque su inversión no se corresponde con su recogida de audiencias. Y uno se pregunta, ¿qué necesidad tiene este bailarín de aparecer en este tipo de programas tan dedicados a unos públicos tan poco amantes del arte?

Es el contraste, la sobriedad, el trabajo, el compromiso de Gades, frente al espectáculo mediático de este gimnasta escénico que recorre el mundo entero como una gran plataforma publicitaria después de haberse olvidado por el camino bastante de las esencias del baile. Antonio Gades sigue vivo con sus coreografías, que se pueden ver sobre los escenarios, y Joaquín Cortés es un vivo que ocupa espacio televisivo de segunda clase para seguir manteniéndose en una efervescencia de mercado.

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