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Iñaki Lekuona Periodista

Miles de deslocalizaciones temporales

Según la Real Academia de la Lengua, anexión es la acción y el efecto de anexionar o anexar, oséase, «unir o agregar algo a otra cosa con dependencia de ella». Anexión fue lo que hace quinientos años llevó a cabo con Navarra el rey Fernando llamado el Católico. Anexión fue contra lo que lucharon los navarros a partir de 1512. Anexión no es en ningún caso proponer a los navarros que decidan sobre su futuro en una consulta popular democrática. Por eso, la manifestación promovida por la derecha española es un fraude, oséase, según la Academia, «acción contraria a la verdad y a la rectitud, que perjudica a la persona contra quien se comete», en este caso la ciudadanía navarra.

Es un fraude porque quienes convocaron la marcha mienten sobre la naturaleza de Nafarroa, porque jurando que sirven a esta tierra defienden otros intereses, los de otra patria que dicen que es una e indivisible. Es un fraude porque afirman que el destino de Navarra es innegociable, como si su voz cuartelera valiera más que la del sufragio popular, que escuchando tanta expresión tajante pareciera que hubieran ganado la guerra anteayer y creyeran seguir viviendo bajo el manto del caudillo.

Pero no es así, y quienes convocaron la marcha mienten. Y lo hacen porque tienen miedo de que lo que manu militari se impidió en 1977, una autonomía para las cuatro provincias, se logre tres décadas después. Y tienen miedo porque al contrario que hace treinta años, los militares difícilmente podrían sabotear un acuerdo entre partidos, mucho menos una consulta popular.

Deslocalización es uno de esos términos que por su reciente llegada al vocabulario castellano no aparece aún en el diccionario de los diccionarios de esta lengua. Lástima, tenía curiosidad por ver si además de su definición económica, habría una segunda para describir lo que sucedió en Iruñea el sábado. Porque si no, ¿cómo definir el fenómeno por el cual una tendencia política, en este caso la derecha española, deslocaliza miles de sus militantes de sus lugares de origen para trasladarlos y relocalizarlos en otro punto, en este caso Iruñea, y todo por incrementar sus beneficios electorales y sin reparar en el coste social? Pues eso, deslocalización, temporal y extraordinaria, pero deslocalización. Que viva la democracia.

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