GARA > Idatzia > Eguneko gaiak

sanción a uno de los principales teólogos de la liberación

Benedicto XVI resucita el látigo de Ratzinger

Finalmente no fue castigado, pero sí amonestado. El «correctivo" de Roma al jesuíta vasco, nacionalizado salvadoreño, Jon Sobrino, ha sido visto por muchos de sus colegas como un ataque directo a la Teología de la Liberación de la que es uno de sus referentes.

Fuera de la Iglesia (católica) no hay salvación», sentenció en su día el otrora `perro guardian' (como le definió la agencia Reuters) de la doctrina cristina Joseph Ratzinger y desde hace dos años Papa Benedicto XVI. «Fuera de los pobres no hay salvación», replica hoy utilizando este axioma Javier Vitoria Cormenzana, profesor de Teología de la Universidad de Deusto y autor, hace más de veinte años, de un estudio sobre la primera Cristología del sacerdote de origen vasco Jon Sobrino, «sancionado» ahora por El Vaticano por no dudar de la «divinidad» de Jesucristo.

La decisión de la Congregación para la Doctrina de la Fe (estamento salido en el Concilio Vaticano II en 1962 para velar y promover la fe cristina, curiosamente sustituyendo al Santo Oficio de la Inquisisión) contra quien es considerado uno de las principales referentes de la Teología de la Liberación en América Latina, parece haber vuelto a poner en el punto de mira de la vieja guardia vaticana a la considerada «Iglesia de los pobres».

Más allá de la divinidad o humanidad del hijo de Dios muerto en la cruz, los críticos con la jerarquía de Roma han visto una vuelta de tuerca más en el magisterio papal dirigido por el alemán Ratzinger, en vísperas de su primera visita al continente americano, los días 9 al 14 de mayo, a Brasil. El conocido escritor Frei Betto no duda en valorar en una carta hecha pública que «lo que hay tras la censura a Jon Sobrino es la visión lationoamericana de un Jesús que no es blanco ni tiene ojos azules. Un Jesús indígena, negro, moreno, migrante; Jesús mujer, marginado, excluido».

El `papamóvil' en que se trasladará Benedicto XVI por el país brasileño es capaz de resistir explosiones de granadas, fusiles AK 47 y ametralladoras calibre 12.7 milímetros. Pero no es a prueba de críticas. «Tal vez los teólogos de la Liberación no tengan en este momento el éxito editorial o la producción de hace treinta años, pero lo que es evidente es que su esfuerzo no ha sido en vano. Y que su teología, en la medida en que se ha ido encarnando en el pueblo cristiano, seguirá en el futuro revitalizando el pensamiento de la Iglesia, incluso desde otros nombres y teologías», explica a GARA José Manuel Tojeira, rector de la Universidad Centroamericana de El Salvador (UCA), la considerada «fragua de la Teología de la Liberación» cuando en el año 1989 fueron asesinados seis jesuítas, entre ellos Ignacio Ellakuria.

Precisamente, Jon Sobrino sobrevivió a aquella matanza resultante de la pinza que desde hacía tiempo venían apretando por un lado el Gobierno de EEUU y por otro la jerarquía vaticana contra todo lo que sonara a Teología de la Liberación, la misma que incluso después Juan Pablo II o el propio cardenal Ratzinger han seguido cercando bajo el pretexto de caminar peligrosamente en los lindes de las ideas marxistas.

Frei Betto denuncia que «Roma, que juega tanto con los símbolos, parece despreciar a América Latina al ignorar que Jon Sobrino vive en El Salvador, cuyo arzobispo, Oscar Romero, fue asesinado por las fuerzas de la derecha. Sobrino vive en la misma casa en la que cuatro sacerdotes jesuítas, más la cocinera y la hija de 15 años, fueron asesinados». Hoy, 24 de marzo, se cumplen 27 años de aquellas muertes.

«Vuelven a acallar a los asesinados»

El teólogo Javier Vitoria Cormenzana no duda en considerar que «todo este disparate eclesiástico no es más que el desenlace de una estrategia vaticana que dura más de treinta años: se buscaba condenar y silenciar a Sobrino». Como no tiene reparos en aseverar que la «condena» al jesuíta vasco «afecta a sus compañeros mártires; su voz es la de ellos. Silenciándole vuelven a callar a las víctimas de la barbarie asesina». Como el propio Jon Sobrino escribía en abril de 1997, «los teólogos de la liberación han sido difamados injustamente y perseguidos cruelmente. Algunos han sido asesinados, y son mártires como Jesús. Y esto hay que tenerlo en cuenta cuando se hace la pregunta de ¿que queda de la teología de la liberación?».

Joxe Arregi es teólogo franciscano del santuario de Arantzazu. «Hay una cosa que me llama mucho la atención en este tema. La ``Notificación'' de El Vaticano que, como es lógico, por definición, iba dirigida al propio interesado, a Sobrino, al final ha sufrido un extraño cambio de destinatario, y ahora se dirige a los cristianos en general, advirtiéndoles de los peligros y errores de la teología de Jon Sobrino». Y se cuestiona: «¿Qué hay en el fondo? Creo que la exagerada preocupación de El Vaticano por la doctrina y la ortodoxia, la voluntad asfixiante de cerrar la vía a la libre circulación del pensamiento teológico en la Iglesia, el miedo a la libertad de interpretación, y la peligrosa y reductora identifcación de la fe cristiana con opiniones y creencias teológicas».

El rector de la UCA, José Manuel Tojeira, prefiere mostrarse más prudente. No cree que la ``Notificación'' de Roma hacia su colega de universidad sea un ataque específico hacia la Teología de la Liberación. «No hay que añadirle a los documentos más de lo que dicen», apunta, aunque reconoce que «en el trasfondo pueda haber algunas prevenciones». A su juicio, este pensamiento teológico ha logrado, a pesar de los intentos vaticanos, lo más importante, «encarnarse en el pensamiento del pueblo cristiano».

Lo ocurrido con Sobrino es para muchos una continuación de la histórica caza de brujas que el propio Ratzinger ejerció en sus tiempos de mano derecha de Juan Pablo II. «Quiero morir sin tener vergüenza de este planeta», respondía el jesuíta en una entrevista. Lo cierto es que desde la Iglesia de Roma no se lo ponen nada fácil.

Joseba VIVANCO

Un arzobispo navarro es el azote del jesuita
El juicio al que ha sido sometido Jon Sobrino tiene también su particular «abogado del diablo", en este caso del Papa Benedicto XVI. Se trata del arzobispo de San Salvador, Fernando Sáenz Lacalle, navarro de origen y miembro del Opus Dei, nombrado en el cargo en 1995 para acabar con la línea progresista de antecesores suyos como el asesinado Oscar Romero. En 1997, en su condición de administrador apostólico del Ordinariato Militar, fue ascendido a general de brigada de la Fuerza Armada de El Salvador, lo que le valío muchas críticas entre los sectores progresistas del clero y los feligreses. El ha sido uno de los impulsores de esta historia de caza y captura contra Sobrino. El dio la «exclusiva" de la decisión de Roma sobre Sobrino, aunque anunció que sería condenado a no enseñar más, algo que luego se ha quedado sólo en aviso. La Notificación al jesuíta vasco no lleva acarreada sanción, pero se sabe que Sáenz Lacalla le impondrá algunas medidas disciplinarias, quizá la de no impartir clases, aunque Sobrino, cuya salud es bastante dedelicada, lleva meses sin hacerlo. J.V.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo