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Maite SOROA

Un asunto de intereses

Buceando ayer en la prensa española, di de bruces con una perla cultivada en el vivero de «Abc».

Revelaba la corresponsal del vetusto madrileño que «mientras el PNV defiende públicamente la presencia de Batasuna en las próximas elecciones municipales y forales, su maquinaria interna está haciendo cuentas electorales de la pérdida de alcaldías que supondrá para el partido la participación del entorno político de ETA en los comicios». Advierte que «Iñigo Urkullu, ha pedido a Batasuna que `acepte el juego democrático, condene la violencia y se sacuda la tutela de ETA'». Y agrega: «Estas declaraciones parecen más propias del PP o del PSE que de un partido nacionalista que no está de acuerdo con la aplicación de la Ley de Partidos. Urkullu, en su estrategia de desgaste de Batasuna, su principal rival electoral objetivo, denunció, cosa inédita, que tiene `siglas' de sobra, `durmientes o no', para estar en las elecciones».

Pero aún rasca más en el asunto: «Urkullu reclamó a la izquierda abertzale una condición en la práctica imposible: que pida a ETA que cese `la amenaza, la coacción y la pretensión de tutelar la vida política'. Curiosamente, ni EA ni IU hablaron de condiciones tras conocerse la inscripción de ASB, sino que coin- cidieron incluso con las argumentaciones de Otegi en la rueda de prensa del pasado miércoles». Y es que, sentencia, EA y EB «están menos pendientes de la rivalidad electoral del entorno político de ETA que el PNV, que no deja de contabilizar la pérdida de poder municipal que le supondrá el regreso de Batasuna». Ahí debe estar el asunto.

Y así entiendo mejor las loas que dedicaba Raúl del Pozo en «El Mundo» a Josu Jon Imaz, comparándolo con Legazpi, el marino de Zumarraga: «Quinientos años después, nació en la misma localidad otro vasco que ha cambiado la sintonía del nacionalismo, lo ha mostrado laico, posmoderno, contra los `hijos de puta de la boina', como los retrató Baroja. Josu Jon Imaz, de Zumárraga, ha sido eurodiputado, tiene la suerte de no pertenecer a esa burguesía del michelín, de corte mil rayas británico y telar jesuítico (...) Ha desplazado del aparato a los fundamentalistas, esos últimos y verdaderos españoles. Un buen tipo, demócrata, harto de la jerga del partido de las patadas en los cojones». ¡Qué nivel!

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