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Francisco Larrauri Psicólogo

Nueve metros cuadrados

La Constitución española también aguanta la superpoblación de los nueve metros cuadrados, demasiadas penas en silencio y demasiados presos desatendidos

Tiene mucha razón José Saramago cuando escribe que la Declaración de los Derechos Humanos, sin alterar una coma, podría sustituir con ventaja, en lo que a principios y objetivos se refiere, a los programas de los partidos políticos de este planeta, y sin riesgo de ser temerario opino que superando el marco programático partidista se podría proponer ampliar esta sustitución al marco político de muchos países empezando por sus cartas magnas y constituciones, sobre todo aquellas en las que los derechos que explicitan se desmienten cotidianamente desde cualquier plaza, cárcel o sacristía.

En la parisiense plaza del Hotel de la Ville el colectivo «Trop c'est Trop» (Demasiado es demasiado) ha dibujado en el suelo un rectángulo de 9 m2, cuyos bordes marcados en blanco indican la superficie de una celda carcelaria. Dentro de esta celda virtual hay un catre, una litera, un lavabo, un váter y por supuesto los tres voluntarios de la performance que tienen que hacer esfuerzos para no volverse locos dentro de un espacio tan reducido. La campaña del colectivo contra la superpoblación de las cárceles francesas pone en cuestión los grandes textos nacionales, los convenios del Consejo de Europa y todas las constituciones. En definitiva que también podríamos sustituir con ventaja la Constitución Europea por la declaración de los Derechos Humanos.

La Constitución española también aguanta la superpoblación de los 9 m2, demasiadas penas en silencio y demasiados presos desatendidos. La masificación carcelaria se encarga de transformar las quejas y los gritos en incomunicación y las vidas de miles de personas en soledad invisible. Son 9 m2 hú- medos y obscuros donde la Justicia se extravía con facilidad. Nueve metros cuadrados reservados ilegalmente para el inimputable, el loco, el drogadicto y el enfermo. Y esta responsabilidad tiene nombre y apellidos porque tanto el PP como el PSOE no han ido mas allá de ninguna política, de hecho la estrategia es no tener una política y compartir la misma gestión.

Por tanto el cometido de la cárcel, ya sea del PP o del PSOE, es un sarcasmo para la víctima, porque con tal masificación, no se evita la reincidencia ni disminuye por tanto el número de futuras víctimas. La dignidad de la víctima y del preso se ve paradójicamente comprometida por igual, por un espacio en el que todo puede ocurrir.

Y tampoco desde la represión política han podido convertir los ocho metros cuadrados destinados a los presos políticos vascos en invisibles. El trato contrario a los derechos humanos que tanto PSOE como PP dispensan con argumentaciones jurídicas a favor de sus políticas y sus respectivas autojustificaciones son los modos típicos de una guerra política. Veamos, si no, como intentan presumir de quién aplica a los presos políticos vascos el sistema carcelario con más rigor. Gran compromiso para el vecino PNV de Imaz que compartiendo la gestión del alejamiento de sus conciudadanos prisioneros a módulos de aislamiento durante décadas se esconde con la tapadera de la petición de las transferencias penitenciarias y de la amenaza de no pagar los convenios penitenciarios con el Estado. En definitiva una gestión social y política, que convive con el tratamiento parapolicial y penal en medio de una parodia democrática y que lamentablemente ha generado un sinfín de muertes en un espacio que en Euskal Herria no es un asunto interno ni secreto.

Y la angustia de los 9 m2 es variable en los modos pero constante en el tiempo, y así también lo viven otros jóvenes, cuya vida afectada por la economía neoliberal de esta democracia encuentran en el mercado capitalista bajeras, trasteros, cuartos de ascensores, buhardillas que guardan la vida y que oprimen a sus inquilinos sin cédula de habitabilidad, pero que el fariseísmo del Estado del bienestar los pone en el mercado de la calle en forma de infravivienda de nueve metros cuadrados. Los agujeros van cambiando, pero siempre están ahí para todos, para los `buenos' y para los `malos', fuera de todas las garantías legales. La violación de un derecho fundamental pone al gobierno fuera de la ley.

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