«Una bofetada al gusto público» lleva el futurismo a Londres
«Una bofetada al gusto público", epígrafe del manifiesto publicado por los futuristas rusos en 1912, es el título de la exposición que acaba de inaugurarse en la colección Estorick, de Londres. La muestra analiza la compleja relación entre el futurismo que se organizó en torno a Marinetti, Boccioni, Balla o Carrá, por un lado, y el que tuvo a figuras centrales a Jlebnikov, a Burliuk, a Matiuschin y a Mayakovsky, por otro.
GARA | LONDRES
El nuevo interés en el futurismo ruso coincidió con el redescubrimiento en los años sesenta por los europeos occidentales de las vanguardias rusas, aunque muchas veces no se supo distinguir bien entre ese movimiento y otros como el constructivismo o el suprematismo. Se dio tal confusión, en parte, porque todos ellos tuvieron, en un momento u otro, a los mismos cultivadores.
En opinión del especialista John Milner, tampoco se insistió suficientemente en la deuda contraída por el futurismo ruso con el italiano. Milner ha comisariado la exposición abierta en la colección Estorick de Londres, una galería que se ha especializado en las vanguardias italianas del siglo XX.
Eric Estorick, fundador de la colección londinense que lleva su nombre, tuvo un papel destacado en ese contexto gracias a su interés por el arte de ambos países de las primeras décadas del siglo XX.
Así, entre las obras por él adquiridas en su día figuran la ``Pelea en una taberna'', de Mijail Larionov, que forma parte de esta exposición; ``Marinero de la Flota Siberiana'', de David Burliuk, y varias obras de El Lissitzky, incluida la aguada y collage sobre papel que lleva por título ``Tatlin trabajando en el Monumento a la Tercera Internacional''.
Presencia italiana en Rusia
Filippo Tommaso Marinetti viajó a Rusia en 1914 para propagar el evangelio futurista, pero la vanguardia rusa en general luchaba por un futuro muy diferente del imaginado por ese y otros artistas de la patria de Mussolini.
La mayoría de los artistas futuristas rusos se alinearon con la revolución bolchevique y el internacionalismo proletario, aunque posteriormente algunos de ellos terminarían instalándose en el exilio.
Las ideas de los futuristas italianos viajaron rápidamente a Rusia gracias a los periódicos, pero la visita de Marinetti fue controvertida y suscitó la oposición de algunos creadores, entre ellos, la del propio Larionov.
Si bien ambos movimientos estaban igualmente fascinados por el entorno urbano y por el mundo de la máquina, el automóvil y la velocidad, el ruso, personificado sobre todo por Larionov o Goncharova, estaba igualmente interesado en el pasado ruso, en el arte popular y los temas rurales.
En las fantasías modernas y urbanas de Marinetti no había sitio para conceptos como el «campesino» futurista de los artistas rusos, cuyo buscado primitivismo contrastaba, además, incluso en la composición tipográfica de los textos futuristas, con la sofisticación de los italianos.
Así, el manifiesto ``Una bofetada al gusto público'', firmado por Mayokovsky, Jlebnikov, Burliuj y Kruchenyj, estaba encuadernado en tela de saco, material que utilizarían décadas más tarde los representantes del llamado «arte pobre», como el italiano Burri.
Distintos conceptos de la guerra
En el futurismo italiano se inscribe el llamado «rayonismo», del que puede ser un ejemplo uno de los cuadros expuestos, ``El Bosque'', de Goncharova, procedente del museo Thyssen-Bornemisza, y el llamado cubofuturismo, que refleja las influencias de Braque y Picasso, a la vez que incorpora elementos lingüísticos e iconográficos autóctonos.
Es interesante comparar el tema de la guerra en cada uno de los dos futurismos, y si Marinetti elogió la guerra en su famoso manifiesto como «la única higiene del mundo», y Carrá y Boccioni celebraron en sus obras el fragor de la batalla, los rusos no comparten ese entusiasmo militarista, y así en su serie de litografías ``Imágenes Místicas de la Guerra'', los ángeles luchan contra los aviones, atrapados en una visión apocalíptica.
El manifiesto «Una bofetada al gusto público», firmado por Mayokovsky, Jlebnikov, Burliuj y Kruchenyj, estaba encuadernado en tela de saco, material que utilizaría décadas más tarde el «arte pobre».
Las ideas de los futuristas italianos viajaron rápidamente a Rusia gracias a los periódicos, pero la visita de Marinettti fue controvertida y suscitó la oposición de algunos creadores, entre ellos, la del propio Larionov.