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«El suspense me sirve para adentrarme en nuestras realidades complejas»

Iñaki Abad

Escritor. autor de «Los malos adioses»

«Los malos adioses» es el título de la segunda novela de Iñaki Abad (Bilbo, 1963), un thriller que transcurre en Nápoles a través de unos personajes marcados por la soledad y el desamparo. Suspense, intriga y amor son los elementos con los que el autor pretende hacer comprender al lector que la realidad es mucho más compleja de lo que se representa.

Karolina ALMAGIA | BILBO

Iñaki Abad salió de su Bilbo natal en los ochenta, al poco de acabar la carrera de Filología Hispánica en Deusto, para iniciar un periplo por Sicilia, Nápoles, Milán, Madrid y ahora Praga, donde reside y dirige el Instituto Cervantes. Lector compulsivo, escribe por intuición, todos los días unas horas, sin planificar nada ni saber dónde va a acabar. En «Los malos adioses» (Siruela) recupera a Fernando Sanmartín de Mayorga, protagonista de su primera novela, «El hábito de la guerra» (Espasa Calpe, 2002). A Mayorga, miembro de los servicios secretos españoles, le encargan investigar sobre la desaparición de una mujer, mientras siente cómo es apartado dentro de la casa. Si en la anterior entrega Bilbo era escenario de la acción, en ésta Nápoles es un protagonista más.

¿Qué lleva a un escritor como usted a acercarse al mundo del espionaje?

Me parece un mundo muy sugerente. Desde que empecé a escribir, el suspense me ha interesado porque creo que es una forma de entrar en nuestras realidades complejas y reflexionar un poco sobre el mundo en el que vivimos. Una novela de espías, además, te da un componente añadido de intriga que creo que es fundamental en una novela, junto al estilo o la atmósfera.

¿Cómo se documenta uno sobre los servicios secretos?

Pues fundamentalmente a través de otros textos. Yo narro muy intuitivamente, soy muy instintivo. Presupongo e imagino bastante. Luego, si eso corresponde o no a la realidad, ya no tengo ni idea. Pero yo creo que el mundo del espionaje es el mismo que el del periodismo o el de una fábrica; es decir, las relaciones humanas, las relaciones de poder, las traiciones, las imposturas... son las mismas en todas partes. Y a mí lo que más me interesa es trabajar en los personajes, en la ambigüedad, en su credibilidad.

¿Los matices son imprescindibles para lograr esa credibilidad?

El matiz es el principio de la verosimilitud. Porque nuestra cotidaneidad, nuestra realidad también está llena de matices, nunca es blanca o negra.

Se le ha comparado con Le Carré. ¿Es un gran lector de ese tipo de novelas?

Qué va. Soy un lector compulsivo y leo de todo. En mi mesilla ahora mismo encontrarás lo último de Le Carré o Mankell, pero también a Ribeyro, Jung o Rilke. Y todo lo que leo lo olvido.

Un poema de Ian Coolbridge vertebra todo el libro. ¿Por qué ese poema?

Ese es un poema que a mí me cogió en 1997, cuando me estaba trasladando de Nápoles a Milán. Desde entonces lo tengo colgado en el corcho del escritorio. En ese poema, «Escenarios de la insignificancia», los hombres abandonan la historia. Nápoles es un poco también del mismo modo, es una ciudad que, como decía Pasolini, ha decidido no formar parte del proceso histórico. Ese poema viene a ser una letanía de mi libro porque casi todos los personajes, o han sido obligados a abandonar la historia, o ellos mismos se han autoexiliado.

Gravita mucho la soledad en esta novela.

El personaje de Isabel Varela apuesta por el amor para salvarse, pero el resto de personajes están abandonados a sí mismos. Ésa es una percepción que yo tuve cuando viví en Nápoles: siendo un espacio urbano, me parecía que cada ciudadano se encerraba en su soledad. Los personajes de esta novela apelan a grandes ideas, como la libertad, la verdad o el servicio al Estado, y en realidad se están aislando y alejando de su propia microhistoria. Desde ese punto me interesa narrar.

¿Era imprescindible Nápoles para contar esta historia?

Sí para mí. Curzio Malaparte en «La piel» decía que Nápoles no era ciudad, era un mundo. Cuando vives allí te das cuenta de que es una ciudad que no oculta nada, que se muestra tal y como es. En otras ciudades, como París o Bilbao, la cirugía de la modernidad oculta su verdadera personalidad; en Nápoles esos espacios virtuales no se dan. Es tal y como se representa. En esta novela, Nápoles no es un escenario, es casi un protagonista. Es una atmósfera que interiorizan los protagonistas y da la pauta de sus estados de ánimo. No quería dar una imagen oleográfica, turística ni folklórica de Nápoles, sino hacer una guía de las sensaciones que te provoca: que se percibiera su respiración, su abrazo y su repulsión.

Nápoles

«En otras ciudades, como París o Bilbao, la cirugía de la modernidad oculta su verdadera personalidad. Nápoles, en cambio, se muestra tal y como es»

intuición

«Yo narro muy intuitivamente, soy muy instintivo. Presupongo e imagino bastante. Luego, si eso corresponde o no con la realidad, no tengo ni idea»

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