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Raimundo Fitero

Exhausto

Cualquiera que se diera el atracón de vísceras, insectos, autopsias y fotografías de los «C.S.I.» del pasado lunes acabó teniendo pesadillas. Cinco capítulos son un exageración, pero como nos hemos vuelto matemáticos, resulta ser que los cinco batieron récord de audiencias. Todos superaron un porcentaje del treinta por ciento, que es una barbaridad. Algo tiene el ADN cuando lo bendicen. Se está imponiendo en los nuevos capítulos unas imágenes en las que el forense corta un cuerpo en vertical y después empieza a meter las manos para ir sacando vísceras que me parece rozan lo «gore». De cualquier manera, exhausto y todo, pasearse por estos criminalísticos es un acercamiento a la televisión de hoy.

Más exhausto todavía me deja la electricidad. O la luz. Estoy empezando a plantearme en serio el vivir como un anacoreta y prescindir de electricidad, teléfono móvil, ordenador y dedicarme a la contemplación de las musarañas y a la meditación trascendental, es decir a hablar de fútbol. O de las procesiones de mi barrio, que cada vez hay más y con mayor participación. Aunque seguro que las velas, las de las procesiones y las que uso para ambientar también serán de los mismos señores del dinero. Lo de la opa u opas sobre Endesa es uno de los ejemplos más claros de la especulación, de lo que el capital significa como sistema de perversión hasta en lo imprescindible y estratégico: la electricidad.

No se ha hablado de mejorar la red, ni de buscar energías alternativas para mantener el nivel de consumo, ni en revisar las instalaciones obsoletas, no, todo ha sido una pelea de tiburones en la Bolsa. Un juego como de gánsteres con PDA, donde se cruzan los intereses particulares, de empresas y hasta de gobiernos. Es decir, una auténtica verbena de especuladores, una subasta pública de una empresa que se privatizó hace cuatro días. O años, por lo que todos deberíamos tener acciones de ella. Cuando parecía que existía una lucha cerrada entre dos grupos fuertes, se aúnan, firman un pacto y todos contentos. Menos nosotros que seremos los que damos sus multimillonarios beneficios a base de pagar unos recibos abusivos y demenciales que nos dejan exhaustos los bolsillos.

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