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Juan mari eskubi arroyo Bilbo

Gaia

En «Zazpika» del 1 de abril se publica una entrevista a James Lovelock, científico inglés que se autodenonima geofisiólogo, es decir, fisiólogo de la Tierra, o médico planetario. Este investigador, que considera al Planeta como un organismo vivo al que denomina Gaia, diosa de la Tierra en la mitología griega, pronostica catástrofes tremendas. Después de angustiarnos con un futuro apocalíptico de recalentamiento de las zonas ecuatoriales y de la consiguiente emigración de millones de habitantes hacia los polos, nos ofrece como paliativo el uso -abuso- de la energía nuclear. El investigador británico, haciendo honor al significado de su apellido (amor cerrado), manifiesta que «se han exagerado los peligros de la energía nuclear». Según él, se falsearon las consecuencias del accidente nuclear en la central de chernobil; los muertos inmediatos y los posteriores nacimientos de niños con gravísimas discapacidades son, por lo visto, anecdóticos. Dice estar «de acuerdo en que es peligroso que se utilice energía nuclear en lugares como Irán, donde es seguro que se van a fabricar bombas nucleares. Comparado con el cambio climático, una guerra nuclear entre Estados Unidos e Irán no significa nada a niveles planetarios. Es un mero incidente desagradable». ¿Cómo puede trivializar un conflicto que produciría miles de muertos y taras que heredarían las generaciones futuras? ¿Es que ha olvidado Hirosima y Nagasaki? Según él, la energía nuclear «es la más eficiente, barata y limpia con la que contamos»...

Se entiende que en pleno debate europeo sobre la utilización de la energía nuclear, y en aras a una sana imparcialidad, el semanario ofrezca la opinión de un renombrado sacio pro-nuclear; pero por las mismas razones debe abrir sus páginas, sin complejos, a las legítimas y razonables opiniones antagonistas. Conocemos ciudadanos con intereses en el sector energético o en sus derivaciones económicas y políticas, que comparten las teorías del científico británico, y las protegen con poderosas armas de coacción, institucionales y mediáticas. Mientras, otros debemos defender en condiciones de manifiesta inferioridad el proyecto de una Euskal Herria libre de las radiaciones ionizantes, industriales y militares, consecuencia genuina y nefasta del neoliberalismo imperialista.

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