Iniciar el estudio para su implantación en los próximos años de un modelo de Liga estable donde puedan desarrollarse las franquicias deportivas incrementando su valor». Así, como quien no quiere la cosa, deja caer la ACB su intención de convertirse en una competición cerrada, tipo NBA. Y ¿cómo puede ser, si el Consejo Superior de Deportes del Estado español -como la Unión Europea con la Euroliga- lo impide?

Si no puede ser de derecho, se hará de hecho. De las conclusiones del V Congreso de la ACB celebrado este pasado fin de semana en Alicante, se infiere que la Asociación no renuncia a esa vieja aspiración de crear una competición a imagen y semejanza de la NBA, «donde las franquicias -hasta el palabro es made in USA- puedan aumentar su valor». Y es que el chiringuito de David Stern y compañía, pese a las fluctuaciones de las audiencias televisivas, funciona.

La ACB ya pone el listón muy alto para los que desean ingresar en la elite: el pago de un canon de entrada (2,5 millones, más 1,5 en otros conceptos), la presentación de un presupuesto mínimo de 3 millones, disponer de un pabellón de al menos 5.000 espectadores -el mínimo pronto se elevará a 7.000-, la conversión del club en Sociedad Anónima Deportiva... Y ese párrafo que se destaca al inicio no es otra cosa que un eufemismo para indicar que las condiciones a cumplir por los aspirantes cada vez serán más complicadas.

Las SAD con apoyo institucional, proyecto económico solvente y buen patrocinador se consolidarán. La ACB se marca unos años de plazo para realizar la criba. Y podría llegar a convertirse en algo excepcional que un club que consiga el ascenso deportivo lo refrende en los despachos. Y los descendidos serían los primeros en optar a las plazas libres. Un cierre de la competición de facto.