Los favoritos rivalizan con programas presidenciales a cada cual más caro
Los favoritos en las presidenciales francesas parecen haber asumido el ya viejo adagio electoral que recuerda aquello de «era la economía, estúpido" y rivalizan a la hora de presentar programas que, de hacerse realidad, supondrían desembolsos megamillonarios.
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Es difícil saber si será a la postre determinante, pero lo cierto es que la economía está en el centro de la campaña electoral de las presidenciales francesas.
En ello tiene que ver, sin duda, la no precisamente boyante situación económica del Estado francés, que además de acumular una deuda pública del 66% del PIB, presenta unos índices como poco preocupantes.
La revista británica «The Economist» revela esta semana que «los salarios están estancados y en los últimos 25 años el país ha caído en materia de PIB por persona hasta ocupar la decimoséptima plaza a nivel mundial, cuando en los ochenta se encontraba en la séptima».
La fiebre por los asuntos monetarios tiene también que ver con la ausencia de los mismos en las anteriores elecciones presidenciales, según los expertos. Jean Damian Po, director de estudios económicos del think tank francés Instituto de la Empresa, recuerda que la primera vuelta de 2002 estuvo centrada en cuestiones como la seguridad, y en la segunda, no hubo debate económico, pues giró en torno -más bien en contra- del candidato de la extrema derecha, Jean-Marie Le Pen, quien por sorpresa, se clasificó para la segunda votación de los comicios presidenciales.
El último mandato del presidente Jacques Chirac tampoco ha resuelto en absoluto lo que no pocos presentan como «decadencia económica francesa».
Proyectos muy caros
Está todo menos claro que su sucesor vaya a invertir esta tendencia. Ello no ha impedido a los candidatos realizar grandes, y caras, promesas. El Instituto de la Empresa calcula en 74.000 millones de euros el coste del desarrollo íntegro del programa presidencial del candidato de la derecha gubernamental, Nicolas Sarkozy. El de Ségolène Royal (PS) costaría también la friolera de 63.000 millones de euros.
El centrista François Bayrou es el más austero. Según el Instituto de la Empresa la aplicación de su programa electoral cuesta 28.000 millones de euros.
Los equipos electorales tanto de Sarkozy como de Royal contestan estas cifras y las reducen a la mitad.
Sin embargo, el diario económico galo «Les Echos» asegura que sus promesas de última hora están encareciendo sus respectivos proyectos en miles de millones de euros más.
Bayrou, que ha hecho de la moderación en el gasto público un valor de su campaña presidencial, es la excepción -sorprendente en unas presidenciales- y este candidato sigue fiel a sus propuestas iniciales.
Coincidiendo con un repunte en las encuestas para la candidata del PS, el instituto CSA apunta a que Ségolène Royal estaría empatada al 50% en intención de voto con el derechista Nicolas Sarkozy en una segunda vuelta.
Tradicionalmente de izquierdas, la intelectualidad francesa se reparte entre los candidatos con sonoras deserciones del campo progresista, como la del filósofo André Glucksmann, a favor de Sarkozy. No es el único, pero sí el más sonado.
El Partido Occitano llama a votar por la candidata verde Dominque Voynet «por ser la única que asume las modificaciones institucionales que permitirán un federalismo regional en el seno de una Europa de las regiones» y que «defiende el reconocimiento de la lengua occitana».
El debate sobre las 35 horas ha irrumpido con fuerza en campaña: sus adversarios, capitaneados por Sarkozy, lo sitúan como «el primer problema» de la economía francesa. Tímida, la candidata del PS, Ségolène Royal, se limita a defender la readaptación de esta medida, impulsada por la coalición de izquierda que sostuvo a su compañero de filas, Lyonel Jospin.
La semana de 35 horas, cuyo objetivo era luchar contra el paro a través del reparto del tiempo de trabajo, ha permitido la creación de 350.000 empleos, según una estimación, contestada desde sectores derechistas, del Instituto Nacional de Estadística.
Única en Europa, esta legislación ha reducido de 39 a 35 horas el calendario laboral semanal. Las RTR, dos días de fiesta compensatorios por esta reducción, han entrado en el vocabulario de millones de personas.
Sarkozy defiende «la rehabilitación del valor del trabajo» y apuesta por que las 35 horas «no sean el techo sino la base». Preconiza la exención de cargas para las horas parlamentarias pero sin reclamar la abolición de la ley. Royal propone abrir negociaciones para «consolidar esta conquista y reducir sus efectos negativos en los obreros y empleados». El centrista François Bayrou propone, asimismo, eliminar «sus efectos adversos».
Más allá de estos últimos, el sindicato CFDT critica que estos partidos dirigen las miradas a las 35 horas como una etrategia para ocultar los verdaderos problemas. «Tenemos un paro estructural, salarios bajos, inestabilidad en el empleo... Aquí reside realmente el problema», recuerda uno de los responsables del sindicato, Laurence Laigo.
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