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Raimundo Fitero

Habladurías

El «Documentos TV», la prostitución, su despenalización... ocuparon un espacio que estaba cargado de humanidad, poética y compromiso. Trataba como fondo la muerte de una prostituta parisina, y allí se vieron actitudes absolutamente cariñosas hacia la desaparecida. Tuvo el documento un final realmente apoteósico en cuanto a su lirismo: una carta de la prostituta fallecida, leída por compañeras y amigos, en la que aseguraba que, sabiendo que se moría, su alegría era que se iba a reunir con su madre, a la que nunca conoció. Era muy emotivo, pero hablaba de la normalidad de esas personas como ciudadanas libres. Asunto por el que se pasa siempre por encima, como si se tratase de una peste. La legalización de la prostitución no se puede medir con criterios morales. El esclavismo es un delito, y la prostitución obligada también, pero el comercio con el cuerpo no debe tener más cargas de reproche que las que imponga cada cual.

La legislación debe ser protectora de sus derechos, no debe implicar postura moral alguna. Si existen abusos, se practica la trata de blancas, se aprovechan de menores... entonces es cuando debe intervenir el legislador y la justicia. Lo demás sobra, porque se trata de una relación entre adultos, con pago en cash, o en especies, porque en toda relación existe transacción económica, emotiva, convivencial y toda la retahíla de conceptos que tantas veces repetimos, pero que en ocasiones se entiende desde perspectivas aparentemente progres que siempre es mala la prostitución, o dicho de otro modo, que siempre son censurables las putas. O los consumidores de sus servicios. Cuesta aceptarlo, pero existe la libertad de cada cual.

Por eso, en los programas de habladurías, en los polígrafos, a casi todas las mujeres les hacen la misma pregunta: «¿Has ejercido la prostitución?». Es una sospecha que se lanza sobre casi todas, y en la misma pregunta se adjunta irremediablemente un reproche, moral o social. Es injusto porque en ningún caso invalida a nadie el haber ejercido la prostitución o haber sido atleta o periodista de gabinete de prensa, que son otras maneras de vender otras partes de su cuerpo que no son los genitales u ovarios.

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