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Xabier Díaz Esarte Profesor

De víctimas y recordatorios

Esculturas, placas, homenajes y otros actos institucionales se suceden, en Navarra y en la CAV, en recuerdo de víctimas de la violencia política (llámenle terrorista si sólo así van a continuar leyendo este artículo). A las víctimas de la violencia machista se les reservan respuestas emocionales más contenidas en su escenificación, y la denuncia por las víctimas de la inseguridad en el trabajo queda exclusivamente en manos sindicales. Las víctimas del hambre, las guerras, las pateras a la deriva o las enfermedades eliminables en los países empobrecidos, si los grandes laboratorios liberaran vacunas y medicamentos, quedan demasiado lejos de la sensibilidad general. No a todos los muertos se les llora por igual y sigue habiendo, como hace pocos años, funerales de primera y de segunda.

Nada puede objetarse a que cada cual haga memoria de los suyos, pero la indiferencia hacia los otros, arrebatados también por una brutalidad sin límites, refleja que no todas las víctimas, por el hecho de serlo son, al parecer, equiparables e inocentes. ¿Acaso la diferencia en el tratamiento y consideración de la víctima debe atribuirse a la «calidad personal» de quien causa esa muerte? ¿Tal vez se valore que hay asesinatos más o menos execrables porque a algunos asesinos se les presuponga mayor honorabilidad, mejores motivaciones, argumentos más elaborados; en una palabra, mayor «altura de miras» en su justificación moral además de en sus pistolas? Nos repugna el mero hecho de entrar en tales consideraciones.

Al tiempo que en la plaza del Baluarte se erige una estatua en recuerdo de «todas las víctimas», los familiares de los 3.280 fusilados navarros en la sublevación fascista del 36 deben utilizar una placa de quita y pon ante la negativa del Ayuntamiento a colocarla fija en la Ciudadela, testigo de tanto crimen (siete concejales pamploneses entre ellos). En la inauguración de dicha estatua, acertadamente titulada «Romper la vida, muerte y desamparo», Miguel Sanz afirmó que el acto nada tenía que ver con el oportunismo político, pero a un amplio sector de Iruñea se nos niega, por decisión política, la recolocación de la humilde estela que durante 28 años ha recordado los tremendos sucesos de sanfermines 78 en que Germán Rodriguez fue asesinado.

Nos apena profundamente la mezquindad al uso y la miseria ética con que se juega con el dolor ajeno. Ni todas las víctimas reciben la misma atención institucional, ni están diseñando la ciudad, en sus elementos ornamentales, para acoger por igual la memoria de todos sus ciudadanos muertos a manos del fanatismo ideológico y la razón de la fuerza.

Convocados por la Comisión Hilarria Batzordea, como el día ocho de cada mes, el próximo 8 de mayo nos concentraremos a las 8 de la tarde, para reclamar una vez más la vuelta de la estela a su lugar original.

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