«En 1957 volví con la intención de quedarme y fundé el ballet de la ABAO"
Con motivo del Día Internacional de la Danza, Gerardo Viana (Ortuella, 1926) recibió ayer un cálido y merecido homenaje por su aportación al mundo de la danza. La Asociación Bilbao Ballet Elkartea (ABBE) elogió, no sin razón, la destacable trayectoria artística de Vladimiro, aquel niño que tuvo que abandonar su país en 1936 y volvió siendo un reconocido coreógrafo y bailarín internacional.
A sus 81 años Gerardo Viana recibió, al fin, un merecido homenaje en su país de origen. Con motivo del Día Internacional de la Danza, la ABBE quiso recordar la extensa y fructífera carrera artística que Gerardo ha desarrollado durante cincuenta años. Vladimiro -como le llamaban en la extinta URSS donde vivió exiliado como niño de la guerra del 36 que fue-, se formó como coreógrafo, bailarín y maestro, y logró un gran reconocimiento con piezas como «Gernika» o «Miniaturas españolas».
Su trabajo le ha otorgado premios como la medalla de Mongolia o la Medalla de las Bellas Artes del Estado español, además de que actualmente su nombre aparece en las enciclopedias rusas como gran maestro del ballet clásico. Sin embargo, hasta el pasado viernes, Euskal Herria todavía estaba en deuda con él.
¿Cómo recibe usted este homenaje?
A mí no me gusta salir de casa por las tardes (Gerardo se encuentra en silla de ruedas desde que en la década de los 70 sufriera un accidente de coche) pero insistieron en que debía ir. No sé, creo yo que aquí no soy nadie... Supongo que el homenaje tiene que ver con que se cumpla el 50º aniversario de la fundación del ballet de la ABAO en la que participé en 1957, cuando volví aquí por primera vez después del exilio. En Rusia es donde he sido realmente famoso. Por la extinguida URSS viajé muchísimo pero de eso hace 50 años. En cualquier caso me ha hecho mucha ilusión ver a mis antiguos alumnos que han venido de diferentes partes del mundo. Entre otros, fui también profesor de Adolfo Yebra, padre de Igor Yebra.
¿Cómo recuerda su viaje a Rusia siendo un niño? ¿Qué le impulsó a la danza?
Muy mal, en aquel tiempo en el País Vasco no había nada que no fueran danzas vascas. Mi padre y mi madre se dedicaban a ir a las romerías a vender y ya entonces yo bailaba en las romerías. Además de bailar, tenía buen oído y cantaba en la iglesia. Por eso cuando llegué a Rusia enseguida me cogieron en la escuela de coreografía.
Así que desde muy pequeño usted apuntaba maneras para el baile.
¡Y oído!. Tengo dos carreras universitarias. Terminé en Leningrado la de coreógrafo de ballet clásico y también me saqué la de dirección de coros. Pero cuando empezó la Segunda Guerra Mundial era todo muy difícil. En 1944, cuando supieron que tenía estudios de ballet, me cogieron para actuar como solista en el teatro de Tula ante los soldados. Tan sólo estuve allí dos meses porque me hirieron en un bombardeo. Después me enviaron a Bielorrusia donde trabajé durante catorce años como maestro de niños huérfanos, por lo que fui nombrado Maestro Emérito de Rusia.
A su regreso a casa fundó el ballet de la ABAO. ¿Cómo tuvo lugar?
En 1957 volví a Karranza para quedarme para siempre y montamos este ballet, ya que aquí no existía ninguna escuela de clásico. En tres meses nos conocían en todo el País Vasco. Regresé a Rusia a por mi familia y entonces no me permitieron salir. Durante 17 años continúe trabajando allí hasta que en 1975 volví definitivamente.
Josune VELEZ DE MENDIZABAL
Sin duda su vida es más que interesante: es un niño de la guerra, durante su exilio viajó con el baile, sus coreografías y sus creaciones por la extinguida URSS y, habiendo logrado reconocimientos internacionales, al fin regresó a su lugar de origen. Toda una vida que ha querido recoger en un libro que presentará en breve. ¿Con qué motivo?
«Memorias de un niño vasco. Desde Karranza a Siberia y más allá» es el título del libro que he escrito y que se va a publicar el próximo 16 de junio con motivo de que se cumple el 70º aniversario que salí de aquí hacia la Unión Soviética. Cuento mi vida, no todo, evidentemente, pero sí muchas cosas.
Setenta años también se acaban de cumplir del bombardeo de Gernika. Usted compuso una obra con ese mismo nombre. ¿No es así?
Sí. Pensé hacer cuadros documentales con el bombardeo de Gernika. Al final, en 1989, con la ayuda de mi hijo Sergio, -que actualmente es profesor de danzas de carácter del Conservatorio de Danzas de Gasteiz- (para entonces Gerardo ya había sufrido el accidente), monté «Gernika». Primero se grabó y se emitió en la televisión de Riga (Letonia) y luego el estreno tuvo lugar en 22 de agosto de 1990 en el Teatro Nacional de la Ópera de Riga.
Usted ha hecho mucho por la danza pero, ¿qué impresión recibió de la situación en la que se encentra este arte una vez se asentó en Euskal Herria?
Mi impresión es que aquí no hay una escuela profesional, al margen del Conservatorio de Danza de Gasteiz que recibe ayuda del Gobierno Vasco. Parece que está todo muy dejado y que no recibe ayudas. Esta es la razón de que todos los bailarines se vayan a aprender al extranjero, a Alemania, Portugal, Inglaterra...
Josune VELEZ DE MENDIZABAL