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Juan de Landa, el vasco que le pegó un puntapié a La Garbo

Aventurero y decidido, cuenta la leyenda y hasta el diccionario Auñamendi que, con tan sólo doce años, se escapó de su casa para fugarse con una cuadrilla de comediantes que pasaba por su pueblo. Así nacía la pasión por el artisteo, la farándula y el cante que acompañaría a Juan de Landa durante toda su vida.

Iratxe FRESNEDA
Periodista y profesora de Comunicación Audiovisual

La noticia de su muerte, además de parecer en varios diarios locales, fue destacada por la revista «Variety». Así podría comenzar el guión para una película que contara la vida y milagros de uno de los actores más famosos que hayan salido de Euskal Herria. Se llamaba Juan Pesón Pagoaga y había nacido en Mutriku con este nombre para convertirse más tarde en Juan de Landa, aquel que llamaría la atención de Cecil B. de Mille y le arrancaría una directa pero no por eso insultante observación: «Su voz me interesa menos que su cara de bandido». Y lo cierto es que no estaba mal el «piropo» viniendo del señor B. de Mille, aunque imagino que a Juan le hubiese gustado ser halagado por sus habilidades vocales tras haberse pasado más de seis años estudiando canto en Roma. Muchos nos fijamos en él precisamente por esto. Me explico: La película antecesora de lo que conocemos como neorrealismo italiano es «Ossessione», de Luchino Visconti. Y es aquí, en la versión italiana de la novela de James M. Cain «El cartero siempre llama dos veces», donde algunos le conocimos. Juan interpreta a Guiseppe Bragano, marido y víctima, dueño de la cantina de un pueblo italiano que deleitara a las gentes de Ferrara con «Di Provenza il mar, il suol», de «La Traviata». Su puesta en escena resulta espectacular. Aventurero y decidido, cuenta la leyenda y hasta el diccionario Auñamendi, que con tan sólo doce años se escapó de su casa para fugarse con una cuadrilla de comediantes que pasaba por su pueblo. Lógicamente, su fuga no duró demasiado; los mikeletes se encargaron de devolverlo a su casa sano y salvo. Así nacía la pasión por el artisteo, la farándula y el cante que lo acompañaría durante toda su vida. Una vida rica en experiencias, que le hizo «profeta en su tierra»; dirigió la escuela de Mutriku y recibió la medalla de la Beneficencia por su comportamiento durante una epidemia. Y fuera de esta, trabajaría para la Fox y la Metro Goldwyng Mayer. Pero lo cierto es que, a pesar de aparecer en más de cien películas y actuar junto a Buster Keaton, Greta Garbo o Clark Gable, Juan, ese joven que se buscó la vida en Paraguay, Argentina, Italia o California, supo lo difícil que era la vida del emigrante y, probablemente, fuera un extranjero en todas partes. Desde hace algunos años, y gracias a la Filmoteca Vasca y al trabajo de José Miguel de Amezketa, Juan de Landa es menos extranjero en su tierra.

 
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