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Txema Landa, Joxe Migel Agirre, Aitor Ilarreta, Zelai Nikolas y Patxi Azparren Miembros de Euskaria Fundazioa

Cuando la fumata sale negra

Poco esperábamos del PSOE, un partido que apoyó el golpe de Primo de Rivera, que mandó asesinar a dirigentes de ANV en la II República y que montó el GAL. Pero considerábamos que, aunque fuera por interés electoral, habríamos llegado a estas elecciones bajo otras condiciones

Cuando muere un pontífice de la Iglesia católica, millones de fieles suelen esperar con nerviosismo la confirmación, a través de una fumata blanca, de la elección del nuevo inquilino del Vaticano. Los teólogos afirman que es el «Espíritu Santo» el que elige al sucesor de Pedro. Todo el mundo sabe, sin embargo, que la elección de este cargo se hace tras largas negociaciones del colegio cardenalicio, compuesto por hombres varones de carne y hueso que responden a intereses que poco tienen que ver con asuntos del cielo.

De forma parecida, los ciudadanos de este país, igualmente ansiosos, esperamos desde hace muchos años la llegada de una fumata blanca. Sabemos que lo que nos dejan ver por los medios de comunicación es una escenificación simbólica bastante similar al pretendido papel que el Espíritu Santo tiene en la elección del líder católico.

En el anterior intento de resolución del conflicto en Euskal Herria, a través del Acuerdo de Lizarra-Garazi, ya se adoleció de falta de transparencia y de un comportamiento cardenalicio de la elite política de este país. El pueblo, al que habían invocado para que les apoyara, votara y pagara y al que se movilizó en trabajo voluntario por decenas de Lizarra-Garazi txikis, tuvo que asistir, tan atónito como cabreado, a la ruptura del único acuerdo político transversal capaz de ilusionar y de resolver definidamente el conflicto histórico-político.

Este segundo intento de resolución, con otro tipo de transversalidades, otros agentes y otros contenidos, tampoco ha sabido dejar de producir en la ciudadanía esa sensación de asistir a un espectáculo mediático en el que poco puede hacer, excepto intentar descifrar las claves ocultas del obtuso, repetitivo y cansino discurso de la clase política.

Con la llegada de las elecciones en Hegoalde, en cambio, tenemos la prueba empírica de hasta dónde ha llegado el Proceso de Paz. El tiempo transcurrido, los movimientos reales habidos y en concreto la decisión sobre las candidaturas de la corriente principal de la izquierda abertzale y de ANV son el dato necesario para que la ciudadanía sepa cuál es la voluntad de las partes y cuál es la relación de fuerzas.

Este dato está siendo ya utilizado en sus púlpitos particulares por los habituales cardenales para hacer una relectura que presente a cada uno de ellos poseedor único de la verdad y de la buena voluntad. Nuestra lectura tampoco pretende ser neutral ni equidistante, pero al menos no trata de justificar ningún salario.

Creemos que la ilegalización de todas las listas de ASB y de las más importantes de ANV nos indica que el proceso de paz está en un momento de extrema debilidad. También indica que el PSOE, que arrogante y públicamente afirma que ha llegado hasta aquí sin ceder nada, no sólo tiene el control de la agenda, fuerza superior y habilidad cardenalicio-maquiavélica, sino que además, parece dispuesto a asumir que el proceso de paz se rompa y echar mano de todo el potencial represivo del Estado, con «nuevo talante», eso sí.

En los meses que llevamos de proceso, podemos constatar que Zapatero ha sido un fiel gerente de la herencia de Aznar, en lo que al conflicto con Euskal Herria se refiere. Heredó gustosamente una totalitaria ley de partidos, mantiene contra su propia legalidad y los derechos humanos la dispersión de los presos, no reconoce a Euskal Herria como nación, mantiene en plena actividad la franquista Audiencia Nacional, no ha parado los juicios políticos de la era Aznar, aceptó el encarcelamiento de los jóvenes de Segi a sabiendas de que habían sido juzgados con acusaciones falsas...

Es verdad que, en concreto, nosotros poco esperábamos del PSOE. Un partido que apoyó el golpe de Primo de Rivera, que mandó asesinar a dirigentes de ANV durante la II República española y que montó el GAL, pero hasta nosotros considerábamos que aunque fuera sólo por interés electoral habríamos llegado a estas elecciones bajo otras condiciones. Reconocemos que a pesar de los errores de cálculo, de la trágica y errada acción de Barajas, es la izquierda abertzale la que ha apostado más decididamente por este proceso de paz. Y también sabemos que sus militantes son los que más arriesgan ante un colapso del proceso.

Por ello, les animamos a que aporten luz y taquígrafos a lo ocurrido, a la situación, a los objetivos. Que busquen nueva alianzas con quienes realmente queremos que nadie más sufra en este país por razones políticas. Para que no haya ninguna muerte más, ningún nuevo preso más, ni ninguno lejos de su casa, para que se reconozca el sufrimiento de todas las partes, los derechos de todas las personas y de todos los pueblos y para que se dé la palabra y la decisión al pueblo directamente, sin intermediarios, espíritus santos o pecadores.

No nos sirven las lecturas sobre los misteriosos cálculos hechos por el PSOE respecto a las listas de ANV: Si lo ha hecho para favorecer al PNV como dicen unos; si lo ha hecho para garantizar el mínimo a Batasuna como dicen otros. Los cálculos del PSOE sólo responden a unos intereses: los suyos, y sólo a un pacto de hierro real y estratégico: el pacto de Estado del nacionalismo español PP-PSOE, que sigue vigente y que queda demostrado en que la mayoría de votantes de la izquierda abertzale no tiene derechos civiles y políticos.

Desde estas líneas hacemos un llamamiento a la búsqueda de nuevas alianzas, de nuevas transversalidades entre quienes creemos de verdad en un proceso de paz, en un cese definitivo de todas las violencias. Entre quienes creemos que corresponde al pueblo, a Euskal Herria, en exclusiva, decidir el tipo de sistema social, económico, cultural y político que libremente desee. También, del mismo modo, denunciamos a quienes compartiendo con desparpajo y públicamente nuestra preocupación y con inmensamente más representatividad y capacidad buscan en el error del prójimo la justificación a su imperdonable pasividad.

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