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Un estudio confirma cómo afecta a la salud de la mujer su rol de cuidadora

Las desigualdades de género dentro del propio hogar tienen mucho que ver en las desigualdades en la salud de mujeres y hombres. Un caso evidente es el de la calidad de vida de quienes deben cuidar a una persona dependiente. La salud de ellas se ve mucho más resentida.

Joseba VIVANCO |

Vivimos en una sociedad en la que la mujer está «obligada» a cuidar de la salud de los demás, incluido el hombre, y al mismo tiempo su salud está «peor» atendida. «La salud en los hombres y mujeres es diferente, pero es que además es desigual», evidenció la socióloga Isabel Larrañaga, como una de las conclusiones de la jornada que el Instituto Emakunde ha celebrado en la capital alavesa bajo el título ``Incidencia del género en la salud de las mujeres''.

Uno de los campos en el que las mujeres conocen en carne propia cómo su condición femenina repercute en su salud es el que la sociedad les ha adjudicado como cuidadoras. La propia Larrañaga, que trabaja en el Servicio de Plan de Salud de Gipuzkoa del Departamento de Sanidad de Lakua, dio a conocer los resultados del estudio ``Desigualdades de género en el cuidado informal: efectos en la salud y bienestar de mujer y hombres de la CAV'', financiado por Emakunde. «El rol de cuidadora repercute en la calidad de vida», dejó claro.

Las investigaciones constatan cómo las familias conviventes son las encargadas del cuidado de las personas dependientes en un 73% de los casos, mientras que los servicios públicos se hacen cargo sólo en un 10% y los de pago en un 16%. Ese papel en la familia recae en un 73% en las mujeres. Mientras que en los últimos años se constata que el hombre ha aumentado y mucho su cuota de participación en el cuidado de los hijos, ha ocurrido todo lo contrario a la hora de hablar de personas mayores. «La desigualdad en ese cuidado entre mujeres y hombres incluso ha aumentado en la última década», apuntilló esta experta. Es más, llamó la atención sobre el hecho de que el hombre, cuando el hijo presenta algún tipo de dependencia, relega en la mujer su atención principal.

El tiempo en horas dedicado al cuidado en el grupo de edad que va de los 35 a los 44 años ha pasado en la mujer de 4 horas y 48 minutos en 1993 a 8 horas y 48 minutos en el año 2003; en el hombre, ha aumentado de 2.24 horas a 4.48 horas. «O los hombres se implican en este cuidado, o las mujeres remuneradas se verán cada vez más obligadas a duplicar su jornada», alertó Larrañaga. «Y eso tiene un costo», añadió.

Un costo que se refleja en la salud de la mujer. El estudio llevado a cabo confirma que la afección a la salud es mucho más evidente en la mujer cuidadora que en la que no lo es, pero también más en la mujer cuidadora que en el hombre cuidador, sobre todo en lo que tiene que ver con el agotamiento físico y el estrés.

«Para la mujer estamos ante la extensión del rol del ama de casa, pero para el hombre sigue siendo una actividad circunstancial», concluye esta experta.

Salud mental

Tres de cada cuatro profesionales de los centros de salud mental son hombres. En consecuencia, las reflexiones sobre exclusión y salud mental se hacen mayormente desde la perspectiva masculina.

tiempo libre

El coste físico y síquico del papel de cuidador en el hombre se atenúa mediante un tiempo y espacio personal (poteo, paseo, etc.), mientras que en la mujer se limita al disfrute con la familia y el hogar, es decir, más trabajo.

Mujer, excluida y con problemas mentales

Mujeres en la calle, con hijos, solas, enfermas, en hospitales siquiátricos, en pensiones, en pisos de acogida, en comunidades terapéuticas... «Mujeres que aumentan en número y en exclusión», apunta Carmen de la Fuente, hoy fiscal del Tribunal Superior de Justicia de Madrid y en su día impulsora de la conocida asociación La Posada de los Abrazos que trabaja en el barrio bilbaino de San Francisco. Ella habló en Gasteiz sobre la atención a la mujer con problemas de salud mental y en exclusión. «Son minoría -dijo-, y por ello los mecanismos de atención y las reflexiones sobre el problema de la exclusión se hacen desde la perspectiva de los hombres». Incluso, como puso de manifiesto, tres de cada cuatro profesionales de los centros de salud mental son hombres y ni siquiera consideran que la variable de género deba ser incluida en su trabajo. De la Fuente constató que estas mujeres tienen muchas más dificultades de acceso a recursos asistenciales que los varones, debido a esa «homogeinización de la respuesta institucional». Como denunció esta fiscal, «las mujeres consultadas coinciden en que no se sienten escuchadas». J.V.

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