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«El amanecer de una nueva era» en las relaciones anglo-irlandesas

El primer ministro irlandés, Bertie Ahern, se dirigió a los miembros del Parlamento británico invitado por su homólogo, Tony Blair, poniendo de manifiesto un cambio en las relaciones entre ambos países, que el mandatario irlandés definió como «el amanecer de una nueva era». Antes de su despedida definitiva de la política, Tony Blair, el hombre de los grandes gestos, decidió marcar un nuevo hito histórico en la historia de Gran Bretaña e Irlanda, con la invitación al primer ministro irlandés, Bertie Ahern, para dirigirse a los miembros del Parlamento británico, lores y comunes.

Soledad GALIANA Corresponsal en Dublín

Esta ha sido la primera vez que un primer ministro irlandés en activo tiene la oportunidad de hablar ante los legisladores británicos y, evidentemente, su presencia ilustra el cambio esencial en las relaciones entre las dos islas.

En su discurso, Bertie Ahern quiso referirse a los periodos más oscuros de la historia de Irlanda y a la negativa británica a las ansias irlandesas de un Gobierno autonómico que no hizo más que acrecentar el deseo de independencia que, finalmente, se cristalizó con la independencia del sur del país.

Pero, es en el presente del Gobierno autonómico norirlandés, en el reencuentro de dos tradiciones políticas, hasta hace pocos meses diametralmente opuestas, que Ahern ha encontrado «el amanecer de una nueva era» para la isla de Irlanda y las relaciones anglo-irlandesas.

El todavía líder laborista y primer ministro británico, Tony Blair, le presentó como su amigo, y alabó su persistencia en las negociaciones. Tanta alabanza le vendrá bien a un Ahern que, en casa y de cara a las elecciones generales del 24 de mayo, se enfrenta a la pérdida de confianza del electorado debido a los escándalos de donaciones y a los posibles y probados casos de corrupción que, en los últimos años, han asolado a su partido, Fianna Fail.

Es por ello que el acto en Londres no dejó de despertar críticas por parte de los líderes de otros partidos políticos, particularmente, del líder laborista irlandés Pat Rabbitte, que culpó a Blair de crear un golpe de imagen que, favoreciendo a Ahern, desfavorece a la organización laborista en Irlanda.

Tony Blair debe entender bien los sentimientos de Ahern en un momento en el que el electorado sólo encuentra en la normalización política del norte de Irlanda la razón principal para renovar su confianza en un Gobierno que, a pesar del éxito económico, ha fallado a la hora de renovar y reforzar las prestaciones de los servicios públicos.

Durante su discurso, el líder irlandés afirmó que el Acuerdo de Viernes Santo representa «un triunfo del interés común sobre las divisiones heredadas», un cambio en la retórica de la «cuestión irlandesa» que, en los círculos políticos británicos, era sinónimo de «dificultades, problemas y peligro».

Bertie Ahern se refirió también al trabajo e intereses comunes entre Irlanda y Gran Bretaña. La gran incógnita es qué ocurrirá en los próximos meses con la marcha de Tony Blair y la presencia de Gordon Brown a la cabeza del Gobierno británico, y con la posibilidad de una nueva coalición de Gobierno en Irlanda. Es por ello apropiado que el nuevo Gobierno norirlandés esté ya en marcha.

Posiblemente, los políticos del norte de Irlanda ya sospechaban que los próximos cambios en Londres y Dublín no favorecían una posible solución a largo plazo con la intervención de ambos ejecutivos.

Ahern, además, se refirió a la contribución «excepcional» del todavía primer ministro británico al proceso. «Tony Blair ha sido un amigo verdadero para mí y para Irlanda. Tiene un lugar de honor en los corazones y la historia irlandesa», subrayó en relación a la trayectoria política líder laborista. El republicano Martin McGuinness también aceptó que sin la intervención de Blair el proceso, posiblemente, se hubiera colapsado.

En su intervención, Ahern describió a la comunidad unionista como «un puente viviente» entre Irlanda y Gran Bretaña. Una expresión que también describe el momento que viven las relaciones entre el unionismo y Dublín. En la mente de Ahern estaba posiblemente otro hecho histórico: La visita del ya primer ministro norirlandés, Ian Paisley, a las campas del río Boyne, donde se vivió la batalla que abrió las puertas al unionismo y al histórico conflicto entre protestantismo y catolicismo.

En la visita, Paisley entregó a Ahern un mosquete del siglo XVII usado en la batalla del Boyne entre el rey católico James y el usurpador protestante William de Orange. La victoria del segundo y el apoyo de los protestantes en Belfast y Derry a Orange, inició la discriminación de los católicos irlandeses.

Mucho han cambiado las cosas desde entonces, y viendo el funcionamiento, la madurez y el pragmatismo de los líderes norirlandeses, una casi se olvida de los treinta años de conflicto, de las descalificaciones e insultos. El Gobierno se formó el 8 de mayo y los nuevos ministros iniciaron su agenda de trabajo, con visitas a proyectos, industrias, negocios y escuelas.

Las primeras decisiones, como la revisión de la introducción de un impuesto sobre el consumo del agua, impulsado desde Londres pero rechazado unánimemente por todos los partidos políticos norirlandeses, fue el primer tema en la agenda. Los norirlandeses pueden respirar tranquilos: Este Gobierno promete.

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