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Una voz que te empuja al otro lado

Josu MONTERO

Periodista y escritor

Las páginas de sucesos ejercen sobre mí un gran poder de fascinación. Solemos leerlas como quien mira al animal desde el lado bueno de los barrotes, desde afuera. Están esas personas que protagonizan hechos terribles, y estamos nosotros, a este lado de las páginas del periódico, el lado bueno. Y dentro de esas noticias escalofriantes están las víctimas y están los verdugos, meridianamente diferenciados. Los buenos y los malos. ¡Y nos tranquiliza tanto que así sea! Esa es una de las funciones inconfesas de los medios de comunicación: mostrarnos de forma clara quiénes son los buenos y quiénes los malos; y que nosotros, claro, pertenecemos a los primeros. Una de las funciones del teatro es precisamente la contraria. Advertirnos de que los asuntos humanos nunca responden a generalidades ni a estadísticas. Que nunca es lo que parece. Que los malos también tienen su perfil bueno y los buenos su ángulo nada fotogénico. Sacar, por tanto, de algún modo sutil a la superficie esa inadvertida parte del iceberg que se oculta bajo las frías y cortantes aguas. ¿Hicieron otra cosa Sófocles, Shakespeare, Ibsen, Chejov, O´Neill o Brecht? También nos muestra que los protagonistas de las páginas de sucesos eran ayer mismo quienes las leían esbozando un gesto de estupor. El ser humano como drama; el irresoluble conflicto con el que hemos de convivir. Porque, aunque queramos ignorarlo -¡y quieren que lo ignoremos!-, nuestras manos no son en absoluto blancas, no somos seres en blanco y negro, sino llenos de inquietantes grises. Nuestra existencia no es de vía única, por mucho que nos empeñemos -y se empeñen- en encerrarnos en un único hilo argumental; múltiples y variopintos caminos nos atraviesan en cada momento. Y pertenecemos a todos ellos.

El cadáver de una mujer desnuda de unos 40 años es encontrado en una playa. El forense dictamina «muerte natural» (¡!) o suicidio, y el cuerpo pasa al depósito de cadáveres. Tras seis meses nadie la ha reclamado. A partir de esa noticia aparecida en el periódico, la compañía Bramant Teatre con la colaboración de un montón de teatreros valencianos -tres directores, seis dramaturgos, dieciocho actores...- se ha propuesto «construir» a esa mujer, a Verónica. Lo hace a través de voces, personas que de una forma u otra cruzaron un fragmento de sus vidas con la de la mujer. Dieciocho voces, dieciocho monólogos divididos en tres rutas de seis porque es el públi- co en grupos de siete u ocho espectadores quien va sin orden establecido de una voz a otra. Esa voz te mira a los ojos. Y te habla. Te empuja suavemente al otro lado. «Construyendo a Verónica» pasa este domingo por Iruñea, por el Festival Teatro Gayarre.

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