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«Es demasiada presión para mí ser considerado un actor de culto»

Steve Buscemi

Actor y director, protagonista de «delirious»

Tras su exitoso paseo por festivales como los de Sundance o Donostia, «Delirious» se estrena hoy en las salas comerciales de Euskal Herria. Con Steve Buscemi interpretando a un aspirante a paparazzi ansioso de notoriedad, DiCillo realiza una reflexión sobre la «cultura emocional» de nuestros días a través de una fábula sarcástica ambientada en el mundo de la fama.

Iratxe FRESNEDA | BILBO

Steve Buscemi es uno de los rostros (una pena que nos perdamos su voz) más reconocibles del cine de nuestros días. Nacido en Nueva York en 1957, con el papel del Señor Rosa de «Reservoir Dogs» le llegó algo de gloria y otro poco de popularidad. Ha trabajado para los Cohen, Tarantino, Scorsese, Jim Jarmusch y muchos otros directores de renombre. En su faceta como director de cine y televisión tiene en su haber más de diez películas; la última, «Interview», es un remake de un film del fallecido director alemán Theo Van Gogh. Su amigo DiCillo dice haber escrito el papel de Les Galantine para él: «Había trabajado con Steve en `Vivir rodando' y me cautivaron profundamente su faceta tanto personal como la interpretativa; quería contar con un actor con el que me muriera de ganas por venir a trabajar todos los días». Y, por lo que hemos podido comprobar en primera persona, a DiCillo no le falta razón. Buscemi es un tipo tranquilo, cercano y, sobre todo, simpático.

Se dicen y se hacen muchas estupideces en el mundo del show bussines. Su amigo y director en esta película (Tom DiCillo) dice que «es una mierda». ¿Cómo es este mundo para los que lo viven desde dentro?

Estoy en este negocio porque disfruto mucho. Pero se trata de un ambiente de trabajo que puede ser muy competitivo, muy superficial, estresante... pero también maravilloso. El poder trabajar con Tom, el tomar parte en «Delirious», es estupendo. Esta es la razón por la que estoy en este negocio, no por el otro lado.

Quizá porque la parte más ligada a la fama sea el que puede acabar devorando al actor...

Cada vez es mayor la estupidez que se genera alrededor de las presentaciones de las películas. Convertirme en una celebridad es una de las cosas que menos me interesan de esta profesión. Es bueno ser reconocido, que se sepa cuáles son los trabajos que haces, pero es demasiada presión para mí el pensar que soy un actor de culto.

¿Son las promociones la parte más aburrida de su trabajo?

No son aburridas, pero es trabajo, sabes, y a veces es demasiado real: hablando de lo mismo todo el tiempo... y me veo tratando de entretenerme a mí mismo para no aburrirme oyéndome decir las mismas cosas.

¿Y lo más difícil del oficio de actor?

Aparte de la promoción (ríe), quedarse sin trabajo.

Eso es para muchos actores el pan de cada día...

Sí, sólo una pequeñísima parte de los actores -creo que un 5%-, consigue vivir de su trabajo. Pienso que es difícil encontrar proyectos interesantes en los que trabajar. En Estados Unidos puedo trabajar si lo deseo, pero no es tan sencillo hacerlo en proyectos en los que crees. Encontrar la financiación también resulta complicado: te lleva años hallar el dinero.

Hablando de oficios, usted fue bombero en Nueva York y hemos leído por ahí que durante el 11-S se presentó como voluntario. ¿Ha visto «United 93» (Paul Greengras) y «World Trade Center» (Oliver Stone)? Si es así, ¿qué le parecen?

Me conmovió mucho «United 93». La dirección, las buenas actuaciones, los controladores de tráfico eran reales, todo era muy fiel a lo que pasó... No he visto «World Trade Center». Quiero verla, tengo mucha curiosidad.

Una pregunta tópica y típica: ¿como actor, qué es lo que más le ha costado recrear de su personaje y lo que más atractivo le ha parecido del papel de paparazzi?

Lo más duro fue encontrar mi lugar en el personaje. Al principio no sabía de dónde venía y a dónde iba, pero hablando con Tom hemos ido cambiando secuencias porque no las entendía, no conseguía meterme en ellas. Me ha gustado trabajar con Michael Pitt. Para preparar el papel pasé un tiempo trabajando con un fotógrafo profesional y, tiene gracia, pero una de las sesiones la hicimos en un desfile de Victoria's Secret y la verdad es que fue algo embarazoso estar allí y ser reconocido por la gente (risas).

¿Hubo muchas réplicas en los diálogos aportadas por usted mismo? La verdad es que algunos son muy ingeniosos...

Tom nos dejó rehacer algunos diálogos. Un actor, aunque parta de un guión, tiene que sentir que improvisa y no que únicamente recrea lo que aprende de memoria.

Tiene cierta tendencia a interpretar personajes al margen, «perdedores». ¿Cree que está especialmente «dotado» para meterse en la piel de estos personajes?

No creo en los perdedores. Creo en las personas que tienen problemas; todos tenemos problemas. Pero sí, interpreto a gente que no se siente igual que los demás en esta sociedad. Yo, personalmente, también tengo este problema, el del outsider de la cultura popular.

¿Está justificado el endiosamiento que existe alrededor de algunos actores; ese endiosamiento que, de alguna manera, desea reflejar «Delirious»?

Todos somos iguales. De Niro es un tipo normal. El hecho es que las estrellas estén deificadas no es culpa de los actores, sino de lo que hacen con ellos. Cuando mi personaje estaba cerca de Elvis Costello también estaba algo nervioso. Creo que es parte de la naturaleza humana: todos nos ponemos nerviosos cerca de alguien muy capaz. Y la verdad es que pasan muchas cosas alrededor de las estrellas de cine.

En la película, al encontrarse cara a cara con el cantante Elvis Costello se queda sin habla. ¿En la vida real le ha pasado alguna vez? ¿Quién le ha impresionado?

Sí, mucha gente (ríe): Gena Rowlands. Sin ir más lejos, el otro día me crucé con Max Von Sydow y no pude decir nada. Soy muy tímido.

La película habla del mundo de Hollywood. ¿Cree usted que el cine independiente se salva de todo esto?

Depende de quien lo haga -hay películas independientes muy superficiales- y depende de la atmósfera que cree el director. Da lo mismo que sea un director de Hollywood o un cineasta independiente.

Esta involucrado en un fenómeno televisivo, «Los Soprano», una serie de la HBO en la que interpreta a Tony Blundetto, además de haber dirigido varios episodios. ¿Cómo se siente en esa familia de mafiosos? ¿Nos puede contar algo del futuro de esta temporada?

¿De qué temporada hablas? (carcajadas). Sé que se ha convertido en un fenómeno cultural. Pero para mí es un show muy bien hecho, tiene buenos personajes, buenos guiones, un buen casting... Así que me interesaba trabajar en la serie. No estoy ahí por lo famosa que es. De vez en cuando, las cosas bien hechas se vuelven populares.

¿Se ha arrepentido de participar en algún proyecto?

Cuando eres joven y tratas de trabajar, no pones demasiadas objeciones. Pero, en general, no hay nada de lo que hablar demasiado negativamente. Aunque haya hecho películas comerciales, también me he divertido.

¿Hay algo que hasta ahora se haya escapado de sus deseos?

Estoy interesado en ser sorprendido. Quiero hacer personajes con complejidad, por los que tenga que luchar. Deseo continuar interpretando y buscando retos. He realizado recientemente un remake de un film de Theo Van Gogh, con Sienna Miller, pero no es un film sobre Theo. Lo hizo en el 2003.

Siendo director y actor al mismo tiempo, ¿cuánto tiene de uno y de otro?

Prefiero ser actor pero, como también he dirigido, soy más comprensivo con el papel que ha de jugar el director. Sigo aprendiendo mucho sobre la parte más técnica de la dirección de películas.

Por cierto, cuando leyó el guión de «Delirious» por primera vez, ¿qué quiso decir con «demasiados desnudos»?

Era una broma.

Lo sé.

¿Ah sí? ¿O sea, que crees que no podría hacer desnudos? (carcajadas).

Estreno

Título: «Delirious».

Dirección: Tom DiCillo.

Guión: Tom DiCillo.

Producción: Robert Salerno.

Música: Anton Sanko.

Fotografía: Frank G. DeMarco.

Intérpretes: Steve Buscemi, Michael Pitt, Alison Lohman, Gina Gershon, Kevin Corrigan y Elvis Costello.

Fotografía: EE.UU., 2006.

Duración: 105 minutos.

Género: Comedia.

Tom DiCillo, «Delirious» y el precio de ser auténtico

En 2004 fue miembro del jurado en el Festival de Cine de Donostia y, por aquel entonces, tuvo que juzgar los trabajos de sus colegas de profesión. Fue un complicado asunto que alivió sabiamente con sus escapadas surferas a las playas de la zona.

Y como la vida tiene efecto boomerang, el pasado año le tocó a él ser juzgado. Tom DiCillo presentó en la sección oficial a concurso «Delirious», una historia que sucede en el Nueva York de nuestros días y que tiene a Steve Buscemi como protagonista. El actor de Brooklyn encarna en la cinta a un fotógrafo de celebridades que vive desesperado por conseguir la foto que le proporcione notoriedad. La película se llevó dos galardones: al mejor guión y a la mejor dirección.

Tom DiCillo nació en Carolina del norte en 1953. Guionista, autor dramático, director de cine y actor, se dio a conocer como director de fotografía de las películas de Jim Jarmush. Filmes como «Stranger than Paradise» o «Permanent Vacation» llevan la firma de su mirada. Pero no fue hasta «Johnny Suede», un texto teatral escrito e interpretado por él mismo en 1987, cuando conseguiría el reconocimiento internacional. Para su ópera prima contó en el reparto con un jovencísimo Brad Pitt y con Catherine Keener, su actriz fetiche. La película mereció el Leopardo de oro en el Festival de Cine de Locarno de 1992. A continuación rodó la multipremiada «Vivir rodando», «Caja de luz de luna», «Una rubia auténtica» y «Doble contratiempo».

En «Delirious», su último largometraje como director y guionista, continúa fiel a su innato interés por observar lo que ocurre a su alrededor. Interesado por la vida, DiCillo retrata en esta cinta a una sociedad, la norteamericana, en la que han de convivir atrapados, en una forzosa esquizofrenia, «triunfadores» y «perdedores». Aficionado a realizar retratos de los habitantes de la Gran Manzana, DiCillo destaca, entre otras muchas cosas, por ser un director sobrio e imaginativo al mismo tiempo, y dotado de una capacidad más que notable para conseguir que sus películas rezumen humanidad.

Su cine, tan personal como humilde, está muy alejado de las grandilocuencias indies, algo por lo que paga un alto precio a la hora de encontrar financiación. Sus dos diarios de rodaje, «Eating crow» y «Notes from Overboard», son documentos que atestiguan su pelea por mantener la autenticidad de sus intenciones.

I. F.

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