Voto inmigrante: un derecho congelado
El derecho a votar y ser votadas de las personas inmigrantes presentes en Euskal Herria es, por el momento, un derecho congelado. Un derecho expectante en el imaginario político y social
En la vorágine electoral es muy difícil abrir una brecha a favor de la igualdad de derechos entre nacionales y extranjeros-inmigrantes. Unos prometen más que otros. Parece que el libro de los agravios y de los deberes sin hacer sólo se abre en período electoral, dándose una imagen de feria y de charlatanes al por mayor... En medio de esta polvareda mediática, treinta mujeres inmigrantes decidieron dar un salto en el vacío de la conciencia política de la sociedad intentando entreabrir las persianas del aislamiento y del silencio oficial y social en un tema tan esencial para la salud democrática como es el de aplicar la máxima: Aquí vivo, trabajo, cotizo, y desde luego tengo derecho a votar.
El derecho a votar y ser votadas de las personas inmigrantes presentes en Euskal Herria es, por el momento, un derecho congelado. Un derecho expectante en el imaginario político y social. De nada sirve el ejemplo de varios países europeos que desde hace años tienen este derecho reconocido y consolidado. De nada sirve que directrices de la Unión Europea insistan en que los estados miembros hagan suyo el reconocimiento de un derecho esencial, para pasar la línea del aprobado en materia de igualdad de derechos ciudadanos y políticos. Catorce millones de inmigrantes en la UE. Cuatro millones en el Estado español y unos 50.000 en la CAV no pueden ver este derecho chuleado sine die.
La sociedad es refractaria a este tipo de objetivos, por falta de información. Sin embargo los representantes políticos, los partidos, sí tienen esa información necesaria para que estos temas sean de interés general. Como dijo, la ministra portavoz del Gobierno español: Ahora no toca. ¿Cuándo toca, señora ministra? ¿Cuando les salgan las cuentas electorales?
Los derechos democráticos -y el derecho a votar y ser votado lo es- se reconocen o no. No hay posturas intermedias. Retrasar injustificadamente el reconocimiento de este derecho a instancia de las instituciones gubernamentales por los parlamentos sólo sirve para seguir ahondando las diferencias entre las personas, clasificándolas en función de su procedencia, su cultura o sus creencias.
Aquí viven, trabajan, cotizan, pero no votan. Este lema, bandera de la iniciativa popular de presentar una Candidatura Independiente de Mujeres Inmigrantes en Gasteiz ha sido otra manera de reivindicar el derecho al voto, poniendo al descubierto una situación de desigualdad que erosiona las bases democráticas de una sociedad en constante cambio y evolución.
Hace ya tiempo que mujeres inmigrantes vitorianas veníamos dándole vueltas a los problemas derivados de la invisibilización de la inmigración en el ámbito social, cultural y político.
Nuestras reflexiones han nacido de la constatación de que los años de presencia en esta sociedad no son aval de nada. Las batallas cotidianas por los papeles, el trabajo, la vivienda y la familia han sido y siguen siendo los indicadores clave para sobrevivir, pero no para que seamos reconocidas como ciudadanas en igual- dad de derechos.
No es suficiente superar cada día las barreras de las injusticias para sentirnos personas. Trabajar en condiciones indignas, soportar jornadas de trabajo ya superadas en sectores de actividad convencionales. Admitir salarios en los límites del salario mínimo y la miseria. Soportar alquileres abusivos. Servir de eje central para el reagrupamiento familiar. Una apretada agenda que no todas podemos superar.
Sin embargo, algo nos mueve a seguir andando. No podemos conformarnos con permanecer silenciosas resolviendo a golpe de imaginación los problemas diarios. Por ello, y ante la constatación objetiva de que ni aquí ni allá, nadie nos va a reconocer, por ejemplo, el derecho a votar y ser votadas, decidimos dar un paso más en la línea de la convergencia de derechos entre nacionales y extranjeros. El ejercicio del derecho a votar no puede ser negado a quienes somos parte ya del entramado social consolidado: Trabajamos, cotizamos, vivimos aquí, somos parte de un sistema, donde aportamos desde nuestra fuerza de trabajo, nuestra mochila cultural, y también, nuestros genes.
No parece razonable que estas aportaciones sean recibidas como un favor por una sociedad en general pagada de sí misma, pero necesitada de mano de obra que asuma labores y funciones que ésta desdeña habitualmente.
Decidimos unir nuestras fuerzas como mujeres, aparcando otras cuestiones de orden menor, a fin de visualizar un agravio más. En esta ocasión nos toca poner en entredicho al sistema en el ámbito de las elecciones municipales. Elaboramos la lista. Hicimos pública esta idea y se puso en marcha una Plataforma Social de Apoyo donde participa todo el abanico sindical y variadas organizaciones sociales. En poco tiempo se recogieron 3.200 firmas a fin de avalar simbólicamente nuestra candidatura. Todo ello fue entregado en la Junta Electoral Local de Vitoria-Gasteiz sin más problemas.
En esta ocasión nos hemos limitado, como avanzadilla, a medir en lo posible la temperatura de la sensibilidad social y política en una materia sensible, como es la igualdad de derechos, en la formulación simple del ejercicio del derecho a votar y ser votadas de las personas inmigrantes. Hemos podido comprobar que hay de todo en el armazón social dominante. Hay quien dice: «¡A ver qué os habéis creído! Lo queréis todo». Otra parte: «...si no os reconocen el derecho a votar, os cedemos el voto». Dos caras de la moneda social, que no admita con facilidad que aquí, todos somos personas y ciudadanos que han de tener las mismas obligaciones y los mismos derechos.