Las autoridades de la India declararon ayer el estado de alerta en las principales ciudades del país tras el atentado que acabó con la vida de al menos trece personas en una concurrida mezquita de Hyderabad, al sur del país. El explosivo, «poco sofisticado», estaba guardado en una fiambrera y fue detonado con un teléfono móvil cuando miles de fieles rezaban en la mezquita. En las inmediaciones del lugar, policías hallaron otros dos artefactos sin estallar que fueron desactivados.

En el interior de la mezquita, en pleno día de oración, se encontraban unas 10.000 personas que huyeron presas del pánico al oír la detonación. Los heridos fueron trasladados al hospital Osamania.

La Policía acordonó posteriormente la zona, donde fue desplegado un Batallón de Acción Rápida para reprimir las protestas de varios cientos de devotos musulmanes que arrojaron piedras a las fuerzas policiales. La Mezquita Mecca, aparte de uno de los centros islámicos más grandes y antiguos de la India, es considerada sagrada por los musulmanes en Hyderabad, capital del Estado de Andhra Pradesh, donde los musulmanes forman el 10% de la población.

En Bombay, al oeste, grupos de manifestantes apedrearon varios autobuses y en Nueva Delhi, las autoridades reforzaron la seguridad en las instituciones religiosas, las estaciones de tren y metro, las terminales de autobuses y los centros comerciales. Aunque todavía no se ha hecho pública ninguna teoría sobre el móvil del atentado, India ya ha sufrido acciones muy similares en el pasado.

El 8 de setiembre de 2006, dos bombas colocadas cerca de una mezquita de la localidad occidental de Malegaon -también en día de oración- causaron la muerte de 31 personas.