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ANÁLISIS

Socios con amnesia selectiva

En el multicolor escenario político vasco no faltan las ofertas que se presentan como alternativa por la izquierda del PNV y, como es habitual, la necesidad de buscar un mensaje propio en campaña obliga en ocasiones a acentuar los perfiles propios y a caricaturizar también los ajenos. A veces la crítica al adversario llega hasta tal punto que diríase que se trata de enemigos irreconciliables y de gentes que de cruzarse en la calle ni siquiera se dirigirían una mirada. Y sin embargo -quizás hasta ellos lo olviden- estos días resulta que son socios.

Iñaki IRIONDO

Ayer mismo en Bilbo el lehendakari y ex presidente de EA, Carlos Garaikoetxea, mostraba su preocupación por «la falta de visión de país» que «observa a su alrededor». Y ponía como ejemplo de ello al PNV, cuyo máximo dirigente dice que considera posible el pacto con un PP que «niega la propia existencia de Euskal Herria». Además, Garaikoetxea afirmó haber detectado «incoherencias tremendas en otros partidos que se llaman nacionalistas» y citó el caso de Aralar que «en Iruñea dice que hay que articular el país y que la conexión del tren de alta velocidad hay que hacerla a través de Alsasua, y aquí [en la CAV] se manifiesta contra la 'Y' vasca» .

Su sucesora, Begoña Errazti, tampoco ahorró ayer críticas ni hacia el PNV ni hacia Aralar. De los jeltzales dijo que «están obsesionados por cautivar a España». Y respecto a los segundos, que en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa concurren a las urnas coaligados con Ezker Batua, señaló que defienden «ambiguas propuestas federalistas que supeditan la decisión a la aceptación del marco español».

Entre tanto, el coordinador general de Ezker Batua, Javier Madrazo, defendió la madurez de la sociedad vasca para decidir libremente su destino. Pero no dirigió sus exigencias únicamente a Madrid, sino que hizo hincapié en que «tenemos que decirle al PNV que también somos una sociedad madura para decidir sobre infraestructuras y el modelo de desarrollo sostenible que queremos para nuestros pueblos y ciudades».

Una de las cuestiones que está marcando la campaña electoral, sobre todo en Gipuzkoa, es la referida a las acusaciones judiciales de robo a contribuyentes en la Delegación de Hacienda de Irun.

Hace unos días, Iñaki Galdós, candidato de EA a diputado general de Gipuzkoa, no dudó en hablar de «trama mafiosa» y acusó al presidente del GBB, Joseba Egibar, de «justificar situaciones irregulares» de «ciertos correligionarios suyos», en referencia a aquellos que no habían cumplido debidamente sus deberes fiscales y habían encontrado en la delegación de Irun una vía para que se les cancelaran sus deudas a cambio de ciertas cantidades de dinero.

Y, sobre este mismo fraude, los candidatos de la coalición Ezker Batua-Aralar a las Juntas Generales de Gipuzkoa Mikel Izagirre y Rebeka Ubera reclamaron al PNV y EA que aclaren «quiénes son los responsables» del presunto fraude en la oficina de Hacienda de Irun. Recordaron además que en los años en los que «se ha robado el dinero a los contribuyentes» y en los que «algunos se han estado embolsando el dinero de los guipuzcoanos» mientras a otros «se les ha estado anulando la deuda fiscal», en la Diputación guipuzcoana «han estado gobernando PNV y EA».

Si hubiera que creer lo que los políticos dicen, sería imposible reconocer la realidad. Y la realidad es que el partido de Garaikoetxea no sólo es socio en el Gobierno de Lakua de ese PNV que carece de «visión de país», sino que en Nafarroa comparte coalición electoral con los «incoherentes» de Aralar. O, visto de otra forma, los que según Errazti «están obsesionados por cautivar a España» son sus socios en Nafarroa Bai y los de «las ambiguas propuestas federalistas» comparten con ellos tareas en el Ejecutivo de Ibarretxe, donde es consejero Javier Madrazo, el que llama derecha al PNV y le pide que deje decidir a la ciudadanía sobre infraestructuras y modelo de desarrollo. Y se podría hablar también de las promesas urbanísticas revolucionarias de Julia Madrazo, que en realidad ya es la concejala de Urbanismo del Ayuntamiento de Bilbo, que dirige el peneuvista Iñaki Azkuna.

¿Y qué decir de las críticas de EA a sus propios compañeros de gobierno en la Diputación de Gipuzkoa? En todos estos años compartiendo carteras, ¿tampoco ellos habían visto nada? Aunque también se les podría preguntar a los de Aralar que si tan sospechosos son los de EA y PNV, ¿cómo es que se presentan juntos en Nafarroa?

Las paradojas llegan más allá. Si Ezker Batua y Aralar hacen tan buenas migas, ¿por qué en Nafarroa van separados?

Puede que la búsqueda de un espacio propio obligue a este tipo de movimientos, pero sus mismos protagonistas habrán de reconocer que resultan desconcertantes.

Eusko Alkartasuna ha sentido en el último año la necesidad de reafirmar su espacio político, que corría el peligro de confundirse para siempre con el del PNV si seguían manteniendo la coalición. Pero ese «ahora o nunca» se ha hecho a costa de un enorme desgaste interno y se la juega de verdad. El giro que está dando el PNV desde que Josu Jon Imaz está al timón de la gran nave jeltzale podría haberle beneficiado a EA para pescar en el caladero del voto abertzale. Incluso pudo haber hecho sus cálculos pensando que las elecciones llegarían con un carácter más normalizado. Pero lo cierto es que en el actual contexto la voz de EA apenas se escucha y le resulta tremendamente difícil hacer llegar su mensaje a quienes pudieran estar desencantados con el «hermano mayor» en el ámbito del abertzalismo institucional. Un PNV con el que EA deberá ahora redefinir su relación.

Por lo que respecta a la coalición EB-Aralar, al tiempo que sus dirigentes tratan de resaltar la solidez de los puntos de encuentro entre ambas formaciones, lo cierto es que ninguno de ellos se atreve a hacer planes de futuro, ni siquiera sobre si crearán un único grupo o lo dividirán en aquellas instituciones donde tengan suficientes representantes para ello.

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