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Belen Martinez Analista social

Cécilia y la identidad nacional francesa

Cécilia declaró en julio de 2004, sentirse muy orgullosa de no tener «ni una sola gota de sangre francesa en sus venas». ¡Caramba con la first lady!

Cuántas veces hemos oído que la familia está en crisis? ¿En cuántas tertulias se ha tratado el tema de los nuevos modelos familiares? Mucho se habla y escribe sobre estas cuestiones, incluida la mutación que se está produciendo en «la pareja» (aquí me estoy refiriendo a la pareja tradicional y hegemónica conformada por un hombre y una mujer). Lo de la individualidad autónoma parece que no funciona en el ámbito económico, puesto que se sigue utilizando como unidad de análisis el conjunto -llámese éste unidad familiar o unidad de convivencia independiente-, principalmente a la hora de considerar los ingresos económicos. Esto es, sin duda, uno de los indicadores que nos revelan que el diseño del llamado estado de bienestar se asienta sobre una concepción patriarcal del orden social.

La idea del amor y los roles sentimentales dentro de la pareja están cambiando lentamente. Cuando nos enamoramos, nuestra individualidad y nuestra identidad entran en relación con otra individualidad y otra identidad (eso quizás resulta más visible en el caso de las denominadas «parejas mixtas»: diferente origen étnico, social, religioso, cultural, etc.). Al formarse la pareja, nuestra individualidad (no necesariamente la singularidad) e identidad se combinan con otras para construir un proyecto en común, entredós. Que la cosa funcione depende de la forma de resolver las tensiones, las resistencias, la capacidad de negociación y de tener claro lo que es y no es objeto de negociación, para la una y el otro.

No sé si Cécilia Maria Sara Isabel Ciganer, más conocida como Cécilia Sarkozy, ha reflexionado en torno a estas cuestiones. Es muy probable que sí. Siento una enorme curiosidad por saber cuál fue el motivo por el que la esposa de Sarkozy no votó el pasado 6 de mayo, tal y como se desprendía de una investigación realizada por un equipo de «Le Journal du Dimanche» (noticia que fue objeto de una implacable censura). No entiendo que la gran mayoría crea que Cécilia debería votar por su marido. ¿Es que no podía haber votado a otra candidata o candidato? En una ocasión, la Primera Dama dijo a propósito de Ségolène Royal: «yo admiro a la mujer, me parece brillante, femenina». Sus palabras desataron las iras de los colegas de Nicolás.

La prensa, en general, prefiere enfocar el asunto desde la óptica de las desavenencias conyugales (es cierto que ambos han vulnerado de manera continuada su privacidad). Algunos afirman que Cécilia decidió no votar, por venganza, tras una «disputa familiar». De ser así, podríamos inferir que, en efecto, no votó por Nicolás Sarkozy. Ahora bien, si utilizamos esa lógica (bronca familiar), igualmente podríamos deducir que N. Sarkozy actuó por despecho al proponer y crear el Ministerio de la Inmigración, la Integración, la Identidad Nacional y el Codesarrollo, ya que Cécilia declaró, en julio de 2004, sentirse orgullosa de no tener «ni una sola gota de sangre francesa en sus venas». ¡Caramba con la first lady!

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