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Iñaki Lekuona Periodista

Las ventanas de mi tía

Mi tía la de Amute es muy suya. Siempre lo ha sido. Aunque decir suya es un eufemismo. Cuando cambió de casa entró en un piso estupendo, de esos de calefacción central en todo el edificio y con unas ventanas de doble cristal aislante. Y un día llegó el invierno, y como casi siempre por estos lares, sin avisar.

Pero, ¡ah! maravillas de la modernidad, aquella caldera comunitaria, activada por un sensor de última generación, se puso de inmediato a tragar gasoil. Rápidamente todas las estancias del piso se caldearon. Mucho. Muchísi- mo. Tanto, que mi tía casi empezó a sudar. Y ella, que es muy suya, reflexionó. Miró de reojo las manivelas de los radiadores y casi se levantó para cerrarlas. Pero no. Pensó en comentarle al administrador que corrigiera el termostato, pero lo desechó, que todo son problemas. Es muy suya, ya lo he dicho. Mi tía prefirió levantarse para abrir las ventanas de par en par. Porque, como el gasoil se paga entre todo el vecindario, para qué andarse con miramientos. Total, seguro que los demás hacen lo mismo.

No sé qué harán los demás. Pero si no se han dado cuenta, algún día lo harán.

Frente al frío de los últimos años, en este país se ha intentado construir un territorio templado. Y durante un tiempo, a pesar de las dificultades, llegó a parecer que en esta estancia nuestra el aire era más tibio y habitable, y se pensó que este proceso podría estabilizarse. Pero el caso es que la casa se nos calentó demasiado. Y hay quien, de la misma escuela de mi tía, la de ande yo caliente, se ha dedicado a abrir de par en par ventanas y puertas dejando escapar la energía de este país.

Algunas veces estas fugas son visibles y tienen nombre. El domingo pudo llamarse abstención. Pero otros días se le conoce como desengaño, desconfianza, escepticismo, pasotismo...

A algunos esta pérdida de energía no parece importarles. Otros prefieren regular como pueden su propio espacio. Y pocos se toman la molestia de ir allí donde puede arreglarse el problema. Son estos últimos, los que han apostado por caminar hacia la solución, quienes han salido reforzados de las urnas.

No sé si los demás se han dado cuenta, pero si no es así, lo harán. A este pueblo aún le queda mucha energía. Pero no podemos permitirnos más desperdicio. Por cierto, mi tía ya se está quedando sin amistades en el vecindario y la caldera saca humo.

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