La ciudadanía ha dado un mandato de cambio real y a todos toca ponerse a su altura
El día después de unas elecciones sirve para entrever algunas de las aproximaciones a los resultados que hacen los partidos, una tarea que cobra mayor interés en un escenario tan especial como el dibujado por estos comicios municipales y forales. Es la hora de las tomas de posición, a las puertas de las reuniones de las ejecutivas de los partidos, a las que tocará establecer la estrategia a seguir para gestionar unos resultados que obligan a establecer muchos y quizás complicados acuerdos. Globalmente, lo decíamos ya al cierre de las urnas, los electores de los cuatro herrialdes del sur de Euskal Herria han lanzado un nítido mensaje de cambio. Aunque resalte el caso de Nafarroa, un análisis pormenorizado de lo acontecido en los otros tres herrialdes, y en algunos municipios con «causas pendientes» -en materia de urbanismo, infraestructuras...- da para hacer algunas primeras lecturas, siempre provisionales y, por descontado, parciales. Bien está constatar que más navarros se han movilizado para expresar su hartazgo con la política de UPN-CDN -la derecha sigue siendo, sin embargo, la opción más votada en el herrialde-, pero si nos atenemos a lo ocurrido en localidades de la costa vizcaina en las que el ladrillo impone su ley de mano de alcaldes jeltzales o a la bofetada dada a algún alcalde guipuzcoano cuyo partido, en pacto con el PNV en la Diputación de Gipuzkoa, secunda el proyecto de la incineradora, habrá que deducir que los votantes también mostraron su descontento con una forma de gobernar en la que se priman intereses que no siempre son coincidentes con la voluntad de la ciudadanía. A la vista de los números, por tanto, cabe hablar con más contundencia de voto de castigo para los nacionalistas en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa.
Seguramente, en un intento de apagar el conato de incendio interno que los resultados vaticinan al PNV, desde esta formación se abogaba ayer no por respetar la voluntad de la ciudadanía, sino más bien por copar puestos de gobierno a fin de llevar mejor la resaca. Desde el PNV se ponía sobre la mesa el planteamiento ya conocido de ampliar el tripartito que gobierna en Lakua para incluir a Aralar y tratar de este modo de formar gobiernos en las Juntas Generales de Araba y de Gipuzkoa. Cabe recordar que ello implicaría, en el caso del primer herrialde, pasar por encima de dos partidos con mayor implantación, PP y PSE. Pero, más allá de que las cuentas no den para ese pacto -sí para un acuerdo PSE-PNV...-, hay que insistir en que un posicionamiento de ese tipo obvia la situación antidemocrática que llevó a la anulación de las listas de la izquierda abertzale a Juntas por la cuadrilla de Aiara. ANV tiene cuatro junteros oficiales y uno anulado. ¿No entran en los cálculos posteelectorales jeltzales las papeletas depositadas por 17.000 alaveses en estos comicios forales?
La amnesia se repite en Gipuzkoa, donde el PNV desciende a los infiernos, pese a la mayoritaria exclusión de la izquierda abertzale. Ayer, a pesar de todo, los de Joseba Egibar insistían en su aspiración de seguir gestionando las arcas forales, pese a ser el PSE el partido más votado y ser la segunda opción el voto anulado. Se diría que el PNV tiene especial prisa en reeditar el guión del apartheid, casi tanta como el PP por consumar su golpe de estado municipal en Lizartza y Elduain. Los 73.000 votos que cosecha la izquierda abertzale en Gipuzkoa merecen un respeto, particularmente exigible a un partido que con el lehendakari, Juan José Ibarratxe, a la cabeza ha hecho de la participación ciudadana un eslogan político. No obstante, habrá que esperar a las decisiones de las ejecutivas de éste y otros partidos, antes de hacer análisis más ajustados.
La izquierda abertzale valoró ayer los positivos resultados cosechados en estos comicios, que mejoran su implantación con respecto a 2003 y que marcan un progreso también importante con respecto a los más cercanos comicios de 2005 al Parlamento de Gasteiz. Esa valoración se acompañaba de una llamada al respeto de la voluntad de la ciudadanía que, si antes era pertinente, ahora lo es doblemente, porque ese respeto es fundamental para crear un clima político que, en vez de sembrar más crispación, ayude a reconstruir la confianza en la óptica de impulsar el proceso democrático y de paz. Ese es un reto mayor, para todos los partidos y, aunque el éxito en esa empresa estratégica no dependa sólo de lo que actúen los partidos en el escenario post electoral, un retorno a componendas políticas ya profusamente ensayadas en el pasado con la única vocación de perpetuarse en la gestión institucional, cerrando a cal y canto la puerta a quienes gozan de tanto o más apoyo ciudadano, no es el sistema más recomendable para tejer compromisos de mayor trascendencia para el país.
A Puras le gusta el nuevo traje de NaBai
NaBai es la triunfadora oficial de los comicios en Nafarroa. Eso sí, con permiso de los 17.000 abertzales de izquierdas que no han sucumbido a la tentación de votar a una candidatura que contara en el cómputo decisivo para tratar de desalojar a Sanz. La incógnita es cuál será la cotización política de esa gran bolsa de votos. La formación de Patxi Zabaleta se dice dispuesta a actuar desde la responsabilidad. No le faltarán oportunidades de demostrar esa cualidad. Gracias en parte a la actuación de los tribunales españoles pero sobre todo a las ansias de muchos navarros de echar a UPN-CDN, NaBai adquiere un espacio extraordinario, y ostenta la responsabilidad de poner esos apoyos al servicio de un cambio democrático. Con todo, a día de hoy es el PSN el que decide. Fernando Puras apunta intenciones, pero Ferraz le empuja al pacto con NaBai. El líder del PSN dice que no está cerrado a nada, y es que nadie sensato puede perder de vista que UPN-CDN y el vasto entramado de poder político, económico y mediático a que representan guarda su peso casi intacto. Por lo demás, Puras habla de cambio, pero no de tocar el marco que consagra la partición territorial. De partida, quiere homologar a NaBai y para ello le pide que se despoje definitivamente del traje abertzale que la coalición, por cierto, ya guardó a buen recaudo en el ropero durante la campaña.