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Maite SOROA

Zapatero ya tiene quien le ordene

En «El País» llevan a cabo un marcaje férreo sobre ZP y sus satélites desde el mismo momento en que se atisbó la posibilidad de abrir un proceso político en Euskal Herria que diera como fruto el reconocimiento del pueblo vasco y, en consecuencia, de sus derechos básicos. Ayer, el punto sobre el que asesoraba/marcaba el editorialista de Prisa al presidente español era Nafarroa. Se hacía eco de las palabras de ZP en el Congreso y señalaba: «será difícil que los socialistas acepten la colaboración que les ofrece la UPN para gobernar conjuntamente en Navarra mientras ese partido no rectifique sus acusaciones e insultos (...) difícil no significa imposible. Así que de sus palabras no se puede deducir qué prefiere: pactar con Nafarroa Bai (y con IU), respaldar a UPN o dejar que estos últimos gobiernen en minoría». Ahí está el meollo.

Admitía el escribiente de Polanco que «los resultados ofrecen a los socialistas una oportunidad, pero al precio de asumir algunos riesgos no menores. La oportunidad de regresar al Gobierno tras los escándalos de corrupción que les hundieron a mediados de los noventa (...) Riesgos: que ese paso divida a la sociedad navarra en dos bloques equivalentes y también al propio partido socialista, dentro y fuera de Navarra». Las cosas han cambiado, dice el editorialista: «con la escisión de Aralar y la aparición de la coalición NaBai, ese sector se caracteriza ahora por su condena de la violencia de ETA y la aceptación de hecho de Navarra como marco político diferenciado, aunque sin renunciar al objetivo último de reunificación en determinadas condiciones. En teoría existe, por tanto, la oportunidad de integrar a esa minoría y de dar satisfacción a algunas de sus reivindicaciones en terrenos como la lengua, sin ofen- der a la mayoría». La prepotencia termina por aparecer aunque el prepotente pretenda disimular.

Y ahora viene lo bueno. «El País» le marca con nitidez las rayas rojas que ZP no puede pasar: «Pero no a cualquier precio. No si implica contar con los votos de ANV en el Ayuntamiento de Pamplona como parte del acuerdo, según plantea NaBai. Una cosa es que no haya podido demostrarse la vinculación de determi- nadas listas de ANV con Batasuna y otra que los partidos democráticos acepten pactar con una fuerza que durante la campaña se ha abstenido de condenar la violencia de ETA y de las cuadrillas de acoso. No al de aceptar un programa de gobierno que suponga el cuestionamiento institucional de Navarra. (...) La UPN ha gobernado de manera sectaria, lo que ha dividido a la sociedad navarra e irritado a sectores más amplios que los identificados con el nacionalismo. Ello legitima el intento de alternativa, pero no a cualquier precio». ¡Qué clarito hablan los del nacionalismo español, aunque sea de centro-izquierda!

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